domingo, 28 de junio de 2015

Artículos de opinión


 

Los animales y sus maravillosas aptitudes terapéuticas

 

 

 

Se podría afirmar sin miedo a equivocarse que en ocasiones, los animales que trabajan en terapias con personas enfermas o con trastornos de la conducta, han logrado mejores resultados que la medicina tradicional. De hecho existen bastantes informes al respecto, por ejemplo con el título «Terapia con animales ¿Puede Hasso curar?», el biólogo Erich Lederer publicó en la revista especializada DocCheck algunas experiencias interesantes relacionadas con este tema.

 

El doctor Lederer cuenta que, por ejemplo los niños con traumas o perturbaciones conductuales, en las sesiones terapéuticas hablan con los animales y les cuentan muchas más cosas de las que confiarían a sus amigos. Describe el caso de una terapeuta de EE.UU., quien entre sus pacientes tenía una niña que había sufrido abusos sexuales, motivo por el cual la niña desarrolló un comportamiento agresivo, mentía y robaba. Sin embargo fue el perro de la terapeuta quien consiguió abrir un acceso al estado anímico de la niña. Sólo en contacto con el animal la niña comenzó a contar algo de sí misma, de esa manera se le pudo ayudar.

 

¿Se podría entonces deducir que los perros, al tener una relación estrecha con los seres humanos, pueden desarrollar aptitudes terapéuticas? No, esto no es del todo así. A los niños con un desarrollo físico y cognitivo perturbado les beneficia por ejemplo el trato con un asno, tal como descubrió un grupo de trabajo italiano. Los asnos ayudan a los niños a superar sus inhibiciones y a desarrollar la confianza en sí mismos y su autoestima, porque se comunican entre sí sin palabras, solo con gestos y a través del contacto físico. Por otra parte se sabe que el contacto con caballos tiene un efecto positivo en la psique de los niños. Por todo esto se ha llegado a la conclusión de que los animales pueden ser buenos terapeutas, y este es un hecho que no se limita a los perros.

 

Sobre esto la revista Science ORF publicó un interesante artículo con el título «Un papagayo enseña a hablar a un niño autista». Dylan, un niño autista de cuatro años, tenía grandes dificultades para aprender, no quería hablar y únicamente emitía sonidos ininteligibles. Pero eso cambió cuando un papagayo llamado Barney empezó a ocuparse del chico. Ante el asombro de la familia, Dylan de pronto comenzó a repetir las palabras que decía el papagayo: papá, mamá, hola y buenas noches. Esta experiencia podría considerarse como inaudita, puesto que el autismo es considerado como una enfermedad incurable, siendo muy difícil para los padres o para los terapeutas lograr una comunicación con ellos.

 

La terapeuta Hazle Rotem de la universidad de Lancashire atribuye esta fenomenal experiencia a que el chico sentía alegría en presencia del papagayo. Además Barney hablaba de forma especialmente lenta y clara. Sin embargo Barney no es un caso aislado, existen varios informes sobre el hecho de que precisamente en el caso de niños autistas, los animales como los perros, gatos, conejos, asnos, delfines o como en este caso los papagayos, consiguen establecer contacto y abrir puertas que hasta entonces estaban cerradas.

 

Mª José Navarro (24764815W)

Del programa: «Los animales como terapeutas»

www.radio-santec.com

 




sábado, 20 de junio de 2015

Artículos de opinión


 

 

Bachue, la chimpancé que aprendió a comunicarse

 

 

 

Cuando hablamos de animales domésticos la mayoría de las personas coincide en que tienen algo más que instintos. ¿Pero qué sucede por ejemplo con los animales salvajes o con los animales de granja? Ralf y Andreas, cuidadores de animales en la Tierra de la Paz de la Fundación Gabriele, nos cuentan algunas experiencias propias así como noticias relacionadas con el tema. Ellos relataron lo siguiente: Respecto a sí los animales tienen sentimientos, hemos traído el interesante libro «Nuestros prójimos más cercanos. Aprender de los chimpancés lo que significa ser un ser humano». El autor es Roger Pods, profesor de sicología y antropología y un destacado experto en comunicación con los primates, siendo su trabajo pionero ya que fue el primero en enseñar a diferentes animales el lenguaje de signos, usado hasta el momento por sordomudos. De esta forma pudo investigar mucho mejor las emociones de los animales y sus sentimientos.

 

Algunas especies animales llegaron a contar con un lenguaje de más de 120 palabras. El ejemplo de Bachue se difundió mediáticamente por todo el mundo. Se trataba de una chimpancé hembra que fue la primera en aprender a comunicarse a través del lenguaje de signos, con el que logró un avanzado nivel de comunicación. Sin embargo como madre era menos afortunada, su primer hijo murió al poco de nacer, y tres años más tarde dio a luz a un segundo hijo, que por desgracia también murió, por lo que Baschue estaba inconsolable. Estaba tan triste que sus cuidadores llegaron a preocuparse seriamente por ella, tomando la decisión de que tal vez podrían buscarle un hijo adoptivo, y encontraron a Lulis, una cría de diez meses. A través del lenguaje de signos le comunicaron que iba a recibir un nuevo bebé, noticia por la que Bachue se puso tan nerviosa que se le erizó el pelo mientras recorría el cercado de lado a lado. Y andando a dos patas decía una y otra vez a través del lenguaje de signos «Bebé, bebé!».

 

Su alegría era evidente y fácilmente perceptible, un rasgo en principio sólo aplicado a los humanos. De esta forma podemos comprobar cómo la chimpancé Bachue, además de ser capaz de comunicarse con los humanos y de posteriormente ser capaz de acoger y adoptar a una cría ajena, también es capaz de sentir alegría y pena por una maternidad frustrada pero más tarde conseguida. Por lo tanto a la pregunta de si los animales tienen sentimientos, la respuesta definitivamente es sí.

 

 

 

Teresa Antequera Cerverón (73891412-W) 

Del programa: Animales y sentimientos

www.radio-santec.com

 

 

 

18 millones de corderitos pasan anualmente por el matadero

 

 

 

En numerosas ocasiones, cuando se desea mostrar un bonito paisaje natural, se suele recurrir a una plácida pradera donde un rebaño de ovejas pasta dulcemente en un verde, bucólico y pastoril entorno. Pero por desgracia esto no siempre es así, es decir, las apariencias engañan. El mundo aparentemente idílico de las ovejas tiene también su lado oscuro en los establos y ganaderías.

 

Si comenzamos por el principio, por la cría de ovejas, habría que decir que el engendramiento se producirá de forma natural solo en explotaciones pequeñas, en las grandes no se deja nada al azar, allí la inseminación será artificial, de forma que todos los corderitos nacerán en el momento deseado. Para llevar esta operación a cabo el semen se obtiene de forma brutal, introduciéndole a los machos una sonda en el intestino, la que apretándola a la próstata, conseguirá derramar el semen por medio de impulsos eléctricos que le recorren todo el cuerpo. Posteriormente a las hembras se le introduce una sonda en el útero, a través de la cual se le inyecta el semen extraído. Por lo tanto, cuando veamos ovejas pastando plácidamente en el prado, no supongamos tan a la ligera que hayan podido engendrarse y nacer de forma natural.

 

Debido a que el ser humano interviene en el ciclo natural de reproducción de las ovejas, los corderos no nacen en primavera, como sería lo natural, cuando las temperaturas son moderadas, sino que nacen en el frío más helador del invierno. Los corderos, cuando nacen tienen una piel muy delgada y con poco pelo, además de nacer totalmente empapados. De esta forma tienen que estar al aire libre en condiciones extremas. Según un estudio realizado en Gran Bretaña, se sabe que al menos el 20% de los corderos no sobreviven a estas torturas. Precisamente allí 4 millones de ovejas o corderos mueren de frío o hambre en las primeras semanas de vida.

 

Pero tampoco a los animales que sobreviven les espera una mejor vida, ya que al poco de nacer, y precisamente porque su carne es muy codiciada, se les mata, la mayoría de las veces a las pocas semanas o meses de haber nacido. Por ejemplo en España se matan anualmente 18 millones de corderos y 1 millón de ovejas. A las madres se les quitan las crías, que a empujones se meten en grandes camiones o en barcos de transporte. Muchas veces hacen viajes de muchas horas o días. Encerradas y apresadas a bajas temperaturas o con un calor ardiente están expuestas al estrés y a la estrechez, lo que supone un sufrimiento innecesario a unos animales que siguen siendo bebés, por lo que muchos de ellos mueren durante el transporte. Cuando llegan al matadero completamente atemorizados, se les baja a golpes y se les conduce a patadas o con electroshock, y allí les espera un triste y sangriento final.

 

El siguiente párrafo es de Rosa Luxemburgo, quien escribió "Cartas desde la prisión": «Durante la descarga del camión, los animales estaban muy quietos y agotados, y uno que sangraba miraba al vacío, con su carita negra y sus ojos tiernos, con la expresión de un niño que ha sido severamente castigado y no sabe porqué, ni sabe cómo escapar a las violentas torturas. Yo estaba delante, y el animal me miraba. A mí se me saltaban las lágrimas. Eran sus lágrimas. Ni por el hermano más querido se puede sufrir más de lo que yo sufría en mi impotencia para paliar este silencioso sufrimiento».

 

 

Teresa Antequera Cerverón (73891412-W)

www.radio-santec.com

domingo, 7 de junio de 2015

Artículos de opinión


 La brecha entre personas y animales se achica

 

 

 

Cynthia Moss, quien durante veinte años observó elefantes en el parque nacional keniano Ambolesi, está firmemente convencida de que los animales tienen sentimientos. Ella comprobó en numerosas ocasiones cómo los elefantes lloraban, lágrimas casi siempre de alegría, que saltaban de los ojos a las sienes de estos animales. Ostensiblemente estos paquidermos son muy sensibles cuando se trata de su propia familia, pues son animales que poseen grandes sentimientos cuando entre ellos sienten alegría o sufrimiento.

 

Lo interesante es que estos sentimientos son parecidos a los que conocemos nosotros los seres humanos cuando, por ejemplo, volvemos a ver a alguien a quien hace mucho que no veíamos. Una observación que no obstante comparten bastantes científicos de renombre en la actualidad. Por ejemplo Mark Beckhoff, catedrático de biología conductual de la Universidad de Colorado y autor de numerosos libros sobre el tema de los sentimientos en animales. Él lo formula del siguiente modo: «La continuidad evolutiva, un concepto establecido por Charles Darwin, subraya que las diferencias entre los humanos y otros mamíferos son tan solo de naturaleza gradual y no de naturaleza específica. Esto vale también para las emociones. Si nosotros podemos sentir alegría y tristeza, lo mismo vale para los animales. Todo el mundo sabe la buena sensación que se siente cuando nos ayudamos mutuamente y nos ocupamos los unos de los otros». ¿Por qué no iban a sentirse los animales bien por lo mismo?

 

Los simios, tan parecidos genéticamente a los humanos, ponen tanta sensibilidad y delicadeza, a veces incluso perspicacia y refinamiento en todas sus expresiones, que no podemos dejar de atribuirles sentimientos complejos. Esto lo dice también la conocida investigadora de primates Jane Gordal, considerada como una de las pioneras en la investigación con primates. Ella cuenta lo siguiente: «Es totalmente imposible vivir con animales y ocuparse de ellos sin reconocer que cada uno de ellos tiene su propia personalidad. Por lo tanto, ¿son los animales capaces de tener pensamientos y sentimientos? Definitivamente, si».

 

La investigadora Susan Wash de la Georgia Asthet University escribe: «Sin duda los monos antropomorfos experimentan y expresan tranquilidad, alegría, culpa, arrepentimiento, desprecio, inverosimilitud, timidez, tristeza, asombro, ternura, fidelidad, enojo, desconfianza y amor». En base a esto se podría afirmar que el antiguo "foso insalvable" que separaba a los animales de los seres humanos tal vez ya no sea tan profundo.

 

 

 

Teresa Antequera Cerverón (73891412-W)

   Del programa: Animales y sentimientos

www.radio-santec.com

 

 

La libertad mal entendida siempre perjudica a alguien

 

 

 

En un mundo cada vez más globalizado y dependiente, en el que muchos valores han ido dejando su espacio a un concepto equivocado de la libertad, se hace cada vez más necesario recurrir al significado de esta palabra. Que duda cabe que las personas en muchísimas ocasiones defendemos una libertad mal entendida, la que con los años parece ganar adeptos. Libertad es la capacidad del ser humano de obrar o no obrar, de hacer una cosa o de hacer otra a lo largo de su vida, por lo que es responsable de sus actos. ¿Pero en cuantas ocasiones somos responsables por nuestros actos o palabras, que han podido afectar a alguien, y que han sido realizados bajo el concepto que cada uno ha dado a la palabra libertad?

 

Cada vez más personas anhelan el verdadero amor y la verdadera libertad, porque notan que los ritos, dogmas y ceremonias no conducen a nada, muchos menos a la libertad. Por eso preguntan: ¿Qué significan el verdadero amor y la libertad y cómo podemos alcanzarlos? Si recapacitamos reconoceremos que son muchas las ocasiones en las que nos permitimos decir: "Me tomo la libertad de hacer o de decir a los demás lo que me dé la gana." Pero esta es una forma egoísta de entender la libertad, los actos egoístas que hemos creado nosotros mismos y que no surgen de un amor desinteresado real, un amor elevado que nace del fondo del alma y que forma parte de nuestra herencia divina.

 

 

Mª José Navarro (24764815W)

www.radio-santec.com

 

 

 


sábado, 6 de junio de 2015

Artículo especial del día del Medio ambiente


Una sociedad construida sin escrúpulos colapsará

Día internacional del medio ambiente

 

 

El ser humano del primer mundo suele ser de la opinión de que la comodidad de que dispone es algo así como un regalo, un derecho adquirido desde la cuna, cuando lo cierto es que culturas muy desarrolladas antes que la nuestra, han caído por ejemplo cuando las condiciones climáticas impidieron continuar la vida como se venía desarrollando. Cuando el clima cambia hay consecuencias, principalmente escasez de alimentos, enfermedades, movimientos de población etc.,  y con ello una cultura puede verse abocada a su declive.

 

Los Jemeres de Camboya poseían un gran imperio en el sudeste asiático entre los siglos IX y XIV, y también construyeron grandes ciudades-templo como por ejemplo la famosa Gran Angkor, una enorme ciudad de más de 1.000 km2, sin embargo su civilización inexplicablemente sucumbió. En la actualidad, gracias a investigadores de la Universidad de Columbia, sabemos que hubo periodos muy secos y malas cosechas,  posiblemente también graves enfermedades, lo que viene a demostrar que el clima y las culturas reaccionan de forma muy sensible a los cambios que se producen, incluso cuando las civilizaciones parecen eternas.

 

Otro ejemplo de culturas que desaparecen debido a un clima cambiante, nos llega de la mano del geólogo Gerald Haug, de la Escuela Politécnica Federal de Zurich, quien descubrió algo interesante en unas cuevas de China: una estalactita que se había formado con mucha rapidez y de la que se pudieron obtener muchos datos, los que comparados con registros históricos dieron como resultado que dos de cada tres dinastías llegaron a su final cuando hubo periodos de sequía extrema, lo que derivó en sublevaciones y conflictos. Esto significa que cuando peligra el abastecimiento de la población, se producen enfrentamientos sociales.

 

Pero si hablamos de un declive debido a influencias medioambientales, el ejemplo más significativo lo encontramos en la Isla de Pascua, colonizada por los polinesios alrededor del año 800 d.C., siendo por entonces un paraíso boscoso donde crecían las palmeras más altas. Un esplendor que duró hasta mediados del siglo XVII, cuando se taló el último árbol. Con ello ya no se podían erigir más estatuas, pero tampoco construir canoas ni salir a pescar, lo que en cierto modo fue el comienzo del declive de su cultura. Gerald Diamond define lo ocurrido en la Isla de Pascua como el ejemplo típico de una extrema falta de visión de futuro.

 

Con estos datos, entre los muchos que se podrían haber seleccionado, llegamos a la conclusión de que existen semejanzas entre las sociedades que colapsaron y la nuestra. El nexo común sería un uso de la naturaleza y del medioambiente egoísta y sin ningún tipo de consideración, además de un clima cambiante. En la actualidad hablaríamos de una sociedad moderna construida en base a la explotación sin escrúpulos del propio planeta Tierra. El tiempo que éste pueda aguantar un comportamiento humano semejante, es algo que no se puede saber, pero que tendrá consecuencias ya nadie lo discute.

 

 

Mª José Navarro (24764815W)

Del programa: Cuando las culturas colapsan

www.radio-santec.com