domingo, 25 de febrero de 2018

Artículos de opinión


 

Todo ser humano lleva en sí la Comunicación universal

 

Los reinos de la naturaleza, los elementos, todo lo que vemos y lo que no vemos, son una única manifestación del Uno universal. El que no percibamos el lenguaje de la consciencia de los reinos de la naturaleza es solo porque hemos tapado, es decir cubierto la Comunicación universal, la vida, debido al alejamiento de la vida y al fin y al cabo de nuestro verdadero ser.

Si encontramos el acceso a los reinos de la naturaleza, sentiremos y experimentaremos la unidad de la vida. Eso entonces también significa que no nos apartaremos de nuestros semejantes, pues hemos experimentado que cada persona lleva en sí la Comunicación universal. Todo ser humano, véalo él así o no, pertenece a la unidad de la naturaleza y a la totalidad del infinito –incluyendo el núcleo divino en el que se encuentra nuestro verdadero ser. Si rechazamos a una persona, sea por desprecio, por odio, por enemistad o pelea, nos separamos de la unidad y nos atamos a lo oscuro que entonces nos envuelve.

 

¿Y cómo volvemos a alcanzar la Comunidad universal? ¿Cómo experimentamos que la vida nos habla, que el Espíritu universal quiere dirigirse a nosotros y hablar con nosotros a través de innumerables bocas? ¿Qué hay que hacer para volver a desembocar en la Comunicación universal, en la vida, para proteger y mantener la vida y para ser uno con ella? El primer paso hacia la Comunicación universal significa aprovechar cada día, que es un aspecto de nuestra vida terrenal, para liberarnos de nuestras cargas anímicas y físicas. Eso lo conseguimos investigando y cuestionando nuestros pensamientos pesimistas y de desprecio, y nuestra forma de hablar indisciplinada e inadecuada con la cual solo queremos sobrevalorarnos. Para ello deberíamos preguntarnos a nosotros mismos si nuestros pensamientos están en nuestra actividad laboral o hacia dónde se dirigen, o qué se remueve en nuestro mundo de sentimientos y muchas cosas más.

 

Deberíamos aprender a tomar en nuestras manos las riendas de nuestra vida terrenal que se muestra día tras día a través de nuestras sensaciones, pensamientos, palabras y actos, y también a través de nuestras conversaciones con nosotros mismos, de nuestros monólogos. Cada día experimentamos aspectos de lo personal que hemos introducido en nuestro interior, nos experimentamos a nosotros mismos. Cuestionando todo lo que nos ocupa, lo que la mayoría de las veces transcurre en conversaciones con uno mismo o en quejas hacia otros, experimentamos una parte de lo que hemos introducido en nosotros, una manifestación de nuestro Ser que pertenece a la parte humana.

José Vicente Cobo (45277997j)

De la publicación: "Palabras de oro de la sabiduría de Dios"

www.editorialgabriele.com

El mayor delito colectivo contra la vida

 

Los animales que son las víctimas de la industria cárnica, llevan una existencia miserable en oscuros y estrechos establos. Por miedo y agresión se mutilan mutuamente y se les exigen condiciones de vida que los hacen enloquecer. Un tercio de las víctimas enferma de todos modos y muere en las granjas que son los campos de exterminio del siglo XXI. Los que sobreviven a la inhumana tortura en los establos sigue el camino al matadero, donde muchos llegan con los huesos quebrados, heridas y hematomas, y allí les espera el martirio final. Un miedo indescriptible se apodera de ellos cuando son empujados a través de estrechos corredores para ser sacrificados.

 

Los animales en los laboratorios son sometidos a torturas innecesarias, se les enferma, opera, trasplanta, amputa e inyecta veneno o se atraviesan sus cerebros con varillas metálicas. Anualmente se exterminan 300 millones de animales en todo el mundo por medio de experimentos. Por otra parte millones de animales que viven en libertad en bosques y campos son acechados y matados.

 

El hombre se baña en la sangre de los animales para saciar su apetito por la carne, y en la caza su deseo de matar. A la mayoría esto les parece natural, pues piensan que los animales están para que los matemos y comamos. Así lo quiere la tradición que nos impide reconocer cuán monstruoso es el régimen de terror que el hombre ejerce en esta Tierra. Si no hubiésemos adormecido nuestra conciencia notaríamos que se trata de un delito colectivo de dimensiones cósmicas, que no quedará sin consecuencias para el desarrollo de la humanidad.

 

 

José Vicente Cobo (45277997j)

De la Publicación: "La fundación Gabriele internacional·

www.fundacion-gabriele.org/es

 

 

domingo, 18 de febrero de 2018

Artículos de opinión


Envidia, odio y celos te debilitan y consumen

 

Las interrelaciones entre las adversidades en nuestra vida y nuestra forma negativa de sentir, pensar y actuar son sencillas. Cualquiera puede comprenderlas. Sin embargo la experiencia muestra que a menudo no se consigue poner en práctica este conocimiento. Una razón para ello es que todavía pensamos y vivimos en gran parte de una manera inconsciente  e irreflexiva.

El conocimiento de estas interrelaciones internas debe encontrar cabida cada vez más en nuestra conciencia, de tal modo que los modelos acostumbrados de pensamiento humano puedan ser sustituidos por procesos legítimos. La puesta en práctica del conocimiento espiritual nos facilita cambiar el modo de pensar.

Tengamos presente que el miedo, la envidia, el odio, los celos y los enfados fomentan la enfermedad. También las explosiones de sentimientos frecuentes inician en el cuerpo procesos que pueden provocar trastornos orgánicos. El enfadarse continuamente puede causar una subida de tensión sanguínea y las molestias cardiacas inherentes. El miedo, la envidia, el odio, los celos y los enfados atacan por tanto nuestro cuerpo y lo consumen al mismo tiempo mediante las enfermedades correspondientes. El paciente sufre entonces de debilitamiento.

Una vez más nos damos cuenta que cada enfermedad se basa en una causa anímica. Si una persona tiene agresiones y no está en condiciones de superarlas mediante la purificación, estas actúan como un bumerán contra el propio cuerpo. Al cabo de cierto tiempo se llega a una enfermedad auto-agresiva, es decir el cuerpo se ataca a sí mismo. Pues aquello que hacemos a nuestro prójimo, nos lo hacemos a nosotros mismos.

 

Para transformar en positivo el potencial negativo de la agresión, deberíamos tener básicamente en cuenta que aquello que nos acalora tiene menos que ver con el comportamiento de nuestro prójimo o con el estado de la situación que con nuestra relación para con él. Así podríamos preguntarnos: ¿Qué relación tengo con mi prójimo? ¿Qué característica de él no puedo tolerar?

Llegados a este punto no necesitamos mucho más que aplicar la Ley de la Analogía. Entonces sabemos que aquella falta, aquella debilitad o aquella perturbación está también en nosotros, de la misma manera o muy parecida. Es siempre sorprendente de qué forma tan certera la analogía nos puede mostrar nuestras propias debilidades. No obstante estas no nos causan casi nunca mucha alegría, por lo que es necesario que seamos sinceros con nosotros mismos y valientes para conocer la verdad. Una gran ayuda al respecto puede ser también el saber que no nos ocurre nada cuya causa no hayamos creado anteriormente mediante un comportamiento igual o similar. Sea lo que sea que nos ocurra: maldad, injusticia, humillación, mentiras, opresión, desprecio o cualquier otro trato hostil, nosotros mismos hemos tratado a nuestros semejantes de la misma o similar manera. Esta culpa forma el imán para que nos pueda suceder lo mismo.

Teresa Antequera Cerverón (73891412-W)  

De la publicación: "Tú mismo eres tu enfermedad y tu salud"

www.editorialgabriele.com

La muerte no existe, es solo un paso 

Nadie, ni siquiera un cura puede decirnos adónde va el alma después de la muerte, porque cada alma, tras el fallecimiento, es atraída por aquel plano del infinito donde está grabado aquello que ella introdujo en su interior. Por el hecho de morir no cambia nada. La culpa, las debilidades, los errores, las dependencias y las ataduras quedan. El alma no se libera por medio de la muerte si el hombre no se ha liberado antes en su interior, por lo que frecuentemente las ataduras atraen al alma a otra encarnación, es decir a un nuevo cuerpo material.

La muerte no existe, es sólo un paso. Tampoco existen el pecado mortal ni la condenación eterna. En Dios y en todo el infinito no existe ningún lugar llamado infierno. El concepto de la condenación eterna es una idea del ser humano nacida de su maligna forma de pensar. El mismo hombre es quien hace de su vida un infierno en el que padece los tormentos de su destino, porque no quiere comprender lo que significan el amor, la unidad y la libertad, ni que Dios es bueno y desea lo mejor para cada uno.

Se supone que este mundo es el infierno, pero aquí tampoco está. Aquí deberíamos reconocer nuestros actos contrarios, arrepentirnos, ponerlos en orden y no hacerlos más. Éste es el camino que lleva a la plenitud, el camino de liberación de creencias erróneas, miedos a la muerte, incluso a la condenación eterna. La Tierra es un lugar de la misericordia de Dios y cada día es una joya, una oportunidad maravillosa y única.

 

José Vicente Cobo (45277997j)

Del programa: "La vida que yo mismo escogí"

www.editorialgabriele.com

 

 



domingo, 11 de febrero de 2018

Artículos de opinión


Ordenar la vida trae fuerza vital

 

Los seres humanos nos irritamos a menudo, y a menudo estamos también estresados, pero no compensamos este déficit de energía de manera legítima. Tomamos quizás estimulantes, de modo que apenas nos damos cuenta que nuestra vibración decae cada vez más. A consecuencia de ello los órganos no reciben suficiente energía, tampoco con la alimentación. Los órganos estresados y agobiados hasta más no poder, que están conectados a aquellos centros de conciencia del alma, están transfiriendo menos energía, se cansan y sufren bajo esta carencia de energía, y finalmente enferman.

Al principio de esta cadena de causas y efectos hubo un pensamiento negativo, y al final está la enfermedad. Vemos por tanto qué importancia tan grande tienen nuestros pensamientos. Nuestra palabra, nuestro pensamiento o nuestro sentimiento cargan uno de los centros de consciencia. Lo negativo que hemos pensado tiene su efecto en un determinado centro espiritual, por ejemplo en el centro del Amor y así llega el daño al punto correspondiente del cuerpo. Los pensamientos desordenados o una manera de vivir desordenada, tiene su efecto en la región del Orden y pueden provocar un daño correspondiente en el cuerpo.

Dado que todo está contenido en todo porque Dios es el Todo en todo, el principio del Orden está también contenido en todos los demás centros, como región inferior. Por consiguiente, la enfermedad puede irrumpir en todas las regiones del cuerpo, a pesar de que la causa está en el desorden de nuestros pensamientos. Para hacer de nuevo permeable esta central de energía espiritual y permitir que reciba de nuevo suficiente fuerza vital, debemos cambiar nuestro comportamiento. O sea que debemos poner orden en nuestra vida. Si tuvimos pensamientos de odio o envidia, los trasformamos en pensamientos positivos.

Si cambiamos nuestro mundo de sentimientos y pensamientos hacia lo positivo, en nosotros tiene lugar un cambio, puesto que la fuerza divina, que fue degradada a una energía de baja vibración mediante los pensamientos y sentimientos negativos, puede convertirse de nuevo en energía de alta vibración, con la ayuda de la fuerza transformadora de Cristo en nosotros.

De la misma manera que los pensamientos vacilantes, cavilosos, llenos de odio y envidia y de celos son fuerzas negativas que actúan en el alma y en el cuerpo de forma que cargan y destruyen, los pensamientos positivos llenos de confianza y esperanza, dispuestos a pedir perdón y a perdonar, actúan a su vez de manera positiva y vivificante en el alma y el cuerpo.

 

Mª José Navarro (24764815W)

De la publicación: "Tú mismo eres tu enfermedad y tu salud"

www.editorialgabriele.com

Bajo nuestro ego existe una vida que palpita

 

Las Iglesias enseñan que la fe por sí sola es suficiente, pero esto no es así, y la prue­ba está ante nosotros. Preguntémonos: ¿Han mejorado este mundo las incontables misas celebradas durante siglos?, ¿De qué han servido los muchos santos a los que los fieles rezan?, ¿Está la gente más sana? ¿Está sana la Madre Tierra? ¿Es pacífico el ser humano?

Si se considera el sufrimiento en este mundo, las innume­rables misas y las muchas oraciones de los creyentes han servido de poco o de nada. De hecho Jesús de Nazaret no fundó ninguna iglesia, tampoco habló de misas repetitivas cargadas de rituales y liturgia pero sin contenido interno.

Lo que Jesús dijo en aquel entonces lo ha estado ma­nifestando nuevamente en la actualidad, desde hace más de 40 años a través de la palabra profética dada por Gabriele de Würzburg. El siguiente párrafo lo ilustra: «Siendo Jesús enseñé a las personas que fueran a un aposento tranquilo en el que pudieran estar a solas con Dios, su Padre eterno. Este lugar tranquilo en la actualidad es más necesario que nunca, pues este mundo se ha vuelto cada vez más ruidoso agitado y brutal. También la naturaleza ofrece sosiego e interiorización a las personas que quieren dirigirse al interior, al Espíritu Cristo que Soy Yo en el Padre. Quien se esfuerza por llegar a Dios y estar a solas con El y con Su creación experimenta en la naturaleza, lejos del barullo y del estrépito ruidoso del ego humano, la vida que palpita, El Espíritu del infinito.»

Mª José Navarro (24764815W)

De la publicación: "La enviada del Cristo de Dios"

www.editorialgabriele.com

domingo, 4 de febrero de 2018

Artículos de opinión


Antes de una grave enfermedad hubo advertencias

 

Cada enfermedad es una señal de que en el paciente mismo hay algo que no está en orden, sea en su comportamiento hacia sus semejantes o hacia sí mismo. Esto significa que su forma de pensar y vivir no está en consonancia con las leyes cósmicas. Cada enfermedad orgánica grave es al mismo tiempo una enfermedad del alma. Si encontramos los conflictos anímicos en los que radica la enfermedad y aprendemos a eliminarlos, nos irá mejor también físicamente.

Dios es la salud, y si nosotros somos la enfermedad es que en nosotros hay básicamente un comportamiento erróneo. Antes de una enfermedad grave, así lo muestra la experiencia, existe una serie de pequeñas enfermedad o dolencias que sirven de indicación para las causas. Estas quieren ayudarnos a encontrar las causas a tiempo, para que la enfermedad grave no tenga que irrumpir.

Una enfermedad grave no se presenta de hoy a mañana. Antes, incluso muchos años antes, nos llegan diversos impulsos que pueden ser enfermedades menores, o mayores; nos vienen recuerdos de nuestros semejantes, de los que nos habíamos separado con enemistad; también las dificultades con nuestro prójimo nos pueden indicar que en nosotros hay algo igual o similar a lo que reprochamos al prójimo. Todo esto y varias cosas más nos indican que deberíamos prestar atención a nuestros pensamientos y que deberíamos purificar lo que reconocemos día a día.

En conversaciones con pacientes gravemente enfermos, según relatan médicos naturistas de un clínica alemana, experimentamos una y otra vez que efectivamente años antes de presentarse la enfermedad grave había sucedido algo importante, ya se trate de un fuerte traumatismo anímico, una fuerte pelea o algo similar, quizás decepciones que no fueron perdonadas, algo que se fue arrastrando durante años. Es decir que el paciente recibió advertencias. Pero en lugar de trabajar con ellas y solucionar los problemas, las reprimió o las esquivó, echando la culpa a los demás. De esta manera siguió arrastrando consigo su culpa, hasta que la enfermedad grave irrumpió.

La enfermedad desaparece y la salud se restablece, pero solo si es bueno para el alma. Sin embargo no siempre es favorable y bueno para el alma aquello que la persona desea para el bienestar de su envoltura perecedera, su cuerpo físico. El sufrir y los pesares sirven al proceso de madurez del alma. Así más de un alma encarna en un cuerpo humano con la intención de expiar algunas de sus cargas, sus culpas en forma de enfermedad, penas o padecimientos. Dios, Su Ley, Su Voluntad, ayuda siempre en primera línea al alma, y en segundo lugar a la envoltura, al cuerpo. Por tanto la enfermedad, el sufrimiento está registrado en el plan de ese alma para esta vida terrenal. Por lo tanto para el proceso de madurez del alma, una enfermedad puede ser una bendición, pues cada enfermedad es una culpa del alma que se vierte de esta liberándola.

 

José Vicente Cobo (45277997j)

De la publicación: "Tú mismo eres tu enfermedad y tu salud"

www.editorialgabriele.com

 

El hombre se baña en la sangre de los animales

 

 

Los animales que son las víctimas de la industria cárnica, llevan una existencia miserable en oscuros y estrechos establos. Por miedo y agresión se mutilan mutuamente y se les exigen condiciones de vida que los hacen enloquecer. Un tercio de las víctimas enferma de todos modos y muere en el corral. Después de la tortura en los establos sigue el camino al matadero, donde muchos llegan con los huesos quebrados, heridas y hematomas. Allí les espera el martirio final. Un miedo indescriptible se apodera de ellos cuando son empujados a través de estrechos corredores para ser sacrificados.

 

Los animales en los laboratorios son sometidos a torturas innecesarias, se les enferma, opera, trasplanta, amputa e inyecta veneno o se atraviesan sus cerebros con varillas metálicas. Anualmente se exterminan 300 millones de animales en todo el mundo por medio de experimentos. Por otra parte millones de animales que viven en libertad en bosques y campos son acechados y matados.

 

El hombre se baña en la sangre de los animales para saciar su apetito por la carne, y en la caza su deseo de matar. A la mayoría esto les parece natural, pues piensan que los animales están para que los matemos y comamos. Así lo quiere la tradición que nos impide reconocer cuán monstruoso es el régimen de terror que el hombre ejerce en esta Tierra. Si no hubiésemos adormecido nuestra conciencia, notaríamos que se trata de un delito colectivo de dimensiones cósmicas, que no quedará sin consecuencias para el desarrollo de la humanidad.

 

 

José Vicente Cobo (45277997j)

De la publicación: La Fundación Gabriele

www.fundacion-gabriele.org/es