domingo, 18 de febrero de 2018

Artículos de opinión


Envidia, odio y celos te debilitan y consumen

 

Las interrelaciones entre las adversidades en nuestra vida y nuestra forma negativa de sentir, pensar y actuar son sencillas. Cualquiera puede comprenderlas. Sin embargo la experiencia muestra que a menudo no se consigue poner en práctica este conocimiento. Una razón para ello es que todavía pensamos y vivimos en gran parte de una manera inconsciente  e irreflexiva.

El conocimiento de estas interrelaciones internas debe encontrar cabida cada vez más en nuestra conciencia, de tal modo que los modelos acostumbrados de pensamiento humano puedan ser sustituidos por procesos legítimos. La puesta en práctica del conocimiento espiritual nos facilita cambiar el modo de pensar.

Tengamos presente que el miedo, la envidia, el odio, los celos y los enfados fomentan la enfermedad. También las explosiones de sentimientos frecuentes inician en el cuerpo procesos que pueden provocar trastornos orgánicos. El enfadarse continuamente puede causar una subida de tensión sanguínea y las molestias cardiacas inherentes. El miedo, la envidia, el odio, los celos y los enfados atacan por tanto nuestro cuerpo y lo consumen al mismo tiempo mediante las enfermedades correspondientes. El paciente sufre entonces de debilitamiento.

Una vez más nos damos cuenta que cada enfermedad se basa en una causa anímica. Si una persona tiene agresiones y no está en condiciones de superarlas mediante la purificación, estas actúan como un bumerán contra el propio cuerpo. Al cabo de cierto tiempo se llega a una enfermedad auto-agresiva, es decir el cuerpo se ataca a sí mismo. Pues aquello que hacemos a nuestro prójimo, nos lo hacemos a nosotros mismos.

 

Para transformar en positivo el potencial negativo de la agresión, deberíamos tener básicamente en cuenta que aquello que nos acalora tiene menos que ver con el comportamiento de nuestro prójimo o con el estado de la situación que con nuestra relación para con él. Así podríamos preguntarnos: ¿Qué relación tengo con mi prójimo? ¿Qué característica de él no puedo tolerar?

Llegados a este punto no necesitamos mucho más que aplicar la Ley de la Analogía. Entonces sabemos que aquella falta, aquella debilitad o aquella perturbación está también en nosotros, de la misma manera o muy parecida. Es siempre sorprendente de qué forma tan certera la analogía nos puede mostrar nuestras propias debilidades. No obstante estas no nos causan casi nunca mucha alegría, por lo que es necesario que seamos sinceros con nosotros mismos y valientes para conocer la verdad. Una gran ayuda al respecto puede ser también el saber que no nos ocurre nada cuya causa no hayamos creado anteriormente mediante un comportamiento igual o similar. Sea lo que sea que nos ocurra: maldad, injusticia, humillación, mentiras, opresión, desprecio o cualquier otro trato hostil, nosotros mismos hemos tratado a nuestros semejantes de la misma o similar manera. Esta culpa forma el imán para que nos pueda suceder lo mismo.

Teresa Antequera Cerverón (73891412-W)  

De la publicación: "Tú mismo eres tu enfermedad y tu salud"

www.editorialgabriele.com

La muerte no existe, es solo un paso 

Nadie, ni siquiera un cura puede decirnos adónde va el alma después de la muerte, porque cada alma, tras el fallecimiento, es atraída por aquel plano del infinito donde está grabado aquello que ella introdujo en su interior. Por el hecho de morir no cambia nada. La culpa, las debilidades, los errores, las dependencias y las ataduras quedan. El alma no se libera por medio de la muerte si el hombre no se ha liberado antes en su interior, por lo que frecuentemente las ataduras atraen al alma a otra encarnación, es decir a un nuevo cuerpo material.

La muerte no existe, es sólo un paso. Tampoco existen el pecado mortal ni la condenación eterna. En Dios y en todo el infinito no existe ningún lugar llamado infierno. El concepto de la condenación eterna es una idea del ser humano nacida de su maligna forma de pensar. El mismo hombre es quien hace de su vida un infierno en el que padece los tormentos de su destino, porque no quiere comprender lo que significan el amor, la unidad y la libertad, ni que Dios es bueno y desea lo mejor para cada uno.

Se supone que este mundo es el infierno, pero aquí tampoco está. Aquí deberíamos reconocer nuestros actos contrarios, arrepentirnos, ponerlos en orden y no hacerlos más. Éste es el camino que lleva a la plenitud, el camino de liberación de creencias erróneas, miedos a la muerte, incluso a la condenación eterna. La Tierra es un lugar de la misericordia de Dios y cada día es una joya, una oportunidad maravillosa y única.

 

José Vicente Cobo (45277997j)

Del programa: "La vida que yo mismo escogí"

www.editorialgabriele.com

 

 



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