domingo, 15 de abril de 2018

Artículos de opinión


 

La naturaleza nos regala alegría, nosotros le devolvemos dolor

 

Las personas sin sentimientos por la vida y sin conciencia piensan y actúan como robots. Con esas formas de comportamiento destruyen de múltiples maneras todo lo que no les resulta de utilidad ni les sirve. No tienen consideración con la vida de sus semejantes, ni mucho menos con la vida de la naturaleza y de los animales, con la madre Tierra.

Hoy experimentamos que los seres humanos de muchas generaciones, incluidos los de la generación actual, son la prueba de que solo hablar de la protección de la diversidad de las especies y del mundo animal no trae nada. Tampoco trae nada cuando los denominados amigos de la naturaleza informan sobre la belleza de la naturaleza y del mundo animal, sobre su variedad y su colorido. La palabra del hombre aporta poco cuando no está acompañada de la preocupación y ayuda por nuestro prójimo animal, por nuestros hermanos de la naturaleza, los árboles, los arbustos, la hierba, las flores y los animales. En todas las enumeraciones que hacemos en relación a los reinos de la naturaleza no podemos olvidar a los minerales ni tampoco a las fuerzas elementales, el agua, el viento, el fuego, el sol. Todo pertenece a la unidad universal, al amor y a la sabiduría de Dios, que también es el espíritu de la naturaleza y de los elementos.

Si somos sinceros nos preguntaremos con qué frecuencia hemos ido por el bosque o por prados o por un sendero del campo con bonitas ondulaciones y pensamos o dijimos: ¡Qué bonito es estar en el bosque! ¡Que tranquilidad!, a pesar del canto de los pájaros, o precisamente por el canto y la alegría de los pájaros. O nos sorprendemos de los majestuosos y viejos árboles que soportan al viento, la tormenta, el frío y el calor, y a pesar de ello crecen y dan frutos. O vemos corzos que saltan veloces, liebres, zorros, jabalíes o gráciles ardillas. Pensamos y decimos: "Cuán bello y agradable es todo esto". Sin embargo ¿qué llevamos con nosotros al bosque, a los prados, a los caminos y a los campos? Nuestras preocupaciones y problemas, nuestra irradiación gris que solemos maquillar con palabras bonitas, por ejemplo diciendo: "Qué bonito y agradable es todo, cuán bello y relajante fue el paseo".

Sin embargo al día siguiente expresiones de este tipo ya no son tan importantes porque nos volvemos a ocupar de nosotros mismos, con lo que llevamos con nosotros durante el paseo: nuestro propio ego gris con frecuencia sombrío. O vemos y escuchamos la televisión o leemos en el periódico como a los animales, que en el fondo son seres de la libertad, se les mantiene en establos, como se les cría para la producción de carne, qué es lo que reciben de comida, cómo se les mantiene durante el transporte, o cómo se les dispara con el perno mortífero para después trocearlos. O bien cómo se les maltrata y tortura mientras se experimenta con ellos.

Quizás tengamos en nuestros labios algún buen consejo de cómo se deberían comportar los demás, pero ¿cómo nos comportamos nosotros? Preguntémonos: ¿Entablamos comunicación con el pajarillo que en primavera construye el nido para sus crías y que expresa su alegría en el canto y el júbilo que se merece el Creador? ¿Percibimos el lenguaje del Creador a través de los árboles y de las flores? ¿Percibimos en lo profundo de nuestra alma lo que nos transmiten el zorro, el ciervo, la liebre, el jabalí o la ardilla? ¿Percibimos el lenguaje del viento, del fuego, del agua y de la Madre Tierra?

 

Teresa Antequera Cerverón (73891412-W)

De la publicación: "Palabras de oro"

www.editorialgabriele.com

El estado de la Tierra refleja el estado del hombre

Los cuatro elementos forman el sistema de respiración de la Tierra. Si este ritmo regular es perturbado por el ser humano, con el correr del tiem­po todo el organismo terrestre será altera­do. A raíz de esto tanto los campos magnéticos de la Tierra, como las corrientes magnéticas se­rán influenciados. Y a su vez cada cambio en la Tierra produce un cambio en el ser humano, en el mundo ani­mal, vegetal y mineral.

Lo que sucedió en tiempos remotos sucede tam­bién actualmente: quien altera las siete fuerzas básicas del infinito por medio de pen­sa­mientos erróneos y de un modo de actuar contrario a la ley, crea disonancias no sólo en la Tierra sino también en sí mismo.

Las constantes interacciones, las disonancias en todas las formas de vida tu­vieron influencia en el curso del tiempo en los seres humanos, en los reinos de la natu­ra­leza y en todo el sistema solar. Debido al comportamiento contrario a la ley, por el cual se abusó y se abusa de las fuerzas cósmicas, se produjeron agrietamientos polares, erupciones y cosas semejantes. La Tierra no se tranquilizó ni ha llegado a tranquilizarse inclu­so en el tiempo actual.

Quien interviene en las leyes cós­micas y las altera, crea disonancias en todos los planos de vida de la Tierra. Debido a que cada pensa­mien­to, cada palabra y cada acto es energía y como ninguna energía se pierde, tanto la positi­va como la negativa, recaerá entonces sobre el cau­sante, o sea sobre el hombre y sobre su alma.

 

José Vicente Cobo (45277997j)

De la publicación: "Catastrofes, cataclismo y muerte"

www.editorialgabriele.com

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