domingo, 27 de noviembre de 2011

Opinión: Nuestra vida, como las estaciones del año y ¿"El muerto al hoyo y el vivo al bollo" o continúa la vida después de la muerte?





Mª José Navarro

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www.radio-santec.com


Nuestra vida, como las estaciones del año

 

 

Observemos las estaciones del año. La primavera no quiere ser el verano, ni el verano la primavera. El otoño tampoco quiere ser el verano, ni el invierno el otoño. Pero muchas personas desean ser de nuevo la primavera cuando llegan a la mitad de su vida y se atavían correspondientemente. Escogen peinados y ropas que corresponde a la juventud, a la primavera, y no a la persona que ha llegado a la mitad de su vida, al verano.

 

Quien llega al otoño, a menudo quiere recuperar la mitad de su vida, el verano. Por ello tiñe sus cabellos y se pone precisamente la ropa que ha sido hecha para gente joven, con la intención de que le rejuvenezca. Para una persona así, no tiene importancia si con ello está mostrando tal vez su inmadurez. Lo importante para él es parecer lo que no es. Quien se encuentra en el invierno de su vida, siendo su cabello ya blanco como la nieve, muy a menudo tampoco quiere aceptarlo. Espera poder disimular los rasgos de la fase de la vida en la que se encuentra, para recuperar al menos el otoño. El enlucido consiste entonces en el cabello teñido, varias capas de maquillaje, y ropas que quieren mostrar lo que al fin y al cabo hace tiempo que no es: una pierna delgada en un zapato elegante. Lo que asoma es una pierna envejecida, llena de varices, en un zapato que sólo podría adornar la pierna de una persona en el verano de la vida.

 

 

 

Vida Universal

                                                                                                              www.editorialvidauniversal.org

 

 

¿«El muerto al hoyo y el vivo al bollo» o continúa la vida después de la muerte?

 

 

En el alma de cada uno queda grabado todo el comportamiento que tiene la persona, también todo lo que ha causado a otro ser humano, incluso a la madre Tierra o a los animales. Es decir, todo aquello que cada persona graba en su propia alma por medio de sus pensamientos, palabras, actos y sensaciones no se lo puede quitar sin más, ni siquiera alegando que ya no recuerda cómo o qué sucedió en el pasado. Después de la muerte, nuestra alma se lleva consigo tanto lo positivo como lo negativo, todo aquello que correspondió a su trayectoria como ser humano. No tiene ninguna importancia que la persona lo haya olvidado, pues todo lo que aconteció está grabado.

 

En la primera época después de morir, el alma se queda cerca o entre las personas que fueron sus allegados. Ella aún sigue viviendo en relación a su antiguo sistema de valores humanos y relacionándose con todo lo que fue su vida: hogar, seguridad, ganancias, prestigio, en resumen todo lo que fue importante para la persona. El alma no se puede desprender de ello sin más, pues el magnetismo respecto a los valores externos es aún intenso. Se podría decir que su vida pasada y su entorno hacen las veces de imán para el alma. De hecho las ataduras y problemas no resueltos con personas cercanas y familiares pueden convertirse ahora en un verdadero problema para el fallecido

 

Si el alma no se puede desprender de todo eso, permanece de forma invisible en el entorno que le es familiar. Y aunque le llegan impulsos relacionados con su evolución como alma, no los quiere admitir, ya que mueven en sí muchas cosas que como persona quiso olvidar, o que llegó a olvidar por completo y que ahora no quiere afrontar. Pero lo que introdujo en los lugares de registro, es decir, su comportamiento aún no resuelto ni perdonado, quedó grabado y ahora vuelve al alma de forma cada vez más nítida y comprensible. Lo que estaba olvidado se manifiesta ahora en diferentes sucesiones de imágenes, que le indican lo que ha de superar, es decir purificar para liberarse de ello y poder luego olvidar.

 

Estas sucesiones de imágenes se manifiestan en el alma de forma muy similar a como fue el sufrimiento, el daño y el dolor que por nuestro egoísmo o indiferencia causamos a nuestros semejantes. Estas imágenes que llegan son el grabado o trazado en nuestra alma que no podemos simplemente quitarnos de encima, sino que las viviremos y sentiremos en nuestra alma hasta que se las hayamos purificado. El dolor, tristeza, soledad, abandono, sufrimiento y preocupaciones que experimentaron otras personas por nuestra culpa, las sufriremos y padeceremos ahora nosotros mismos como alma en nuestro cuerpo anímico. Por eso Jesús de Nazaret enseñó en Su Sermón de la Montaña, que es el más valioso compendio para la vida en la Tierra, la siguiente frase: "Haz las paces cuanto antes con tu adversario mientras vayas con él aún de camino, no sea que tu adversario te entregue al juez y éste al alguacil y te encierren en la cárcel"

 

 

Radio Santec

Mª José Navarro

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