martes, 8 de mayo de 2012

Artículos de opinión


 

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Elevar la mirada del pensamiento materialista

 

 

 

La Tierra se encuentra ante un colapso ecológico y las epidemias se extienden y amenazan a animales y personas. Anualmente mueren de hambre 40 millones de personas y las calamidades que sufren los fugitivos, las guerras y el genocidio siguen estando a la orden del día.

 

Tal vez deberíamos elevar nuestra mirada para liberarnos de la estrechez del pensamiento materialista y de la rigidez de las tradiciones que nos han conducido a este callejón sin salida. A esta rigidez pertenecen también las anteojeras de índole ideológica y religiosa, sin olvidar el error de que Dios calla desde hace 2000 años, o que sólo habla a lo sumo a través de cardenales y papas, a través de los dogmas de teólogos que han separado todo lo que es inseparable: Dios y el universo, cuerpo y alma, materia y espíritu, una separación que fue superada hace 100 años por la física moderna, que descubrió que aquello que captamos como materia en realidad no existe, sino que en el fondo todo es espíritu.

 

Todas las grandes religiones saben que siempre ha habido hombres iluminados y profetas, a quienes les es posible la comunicación con lo espiritual. Uno de los grandes fue Isaías, quien hace 2700 años le mostró a la humanidad la perspectiva de un desarrollo que va más allá de lo que nos ha traído la civilización. Él habló de un reino de paz, hacia el que se pondría en marcha la humanidad: "Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas..."

 

            De la Publicación gratuita: "La Fundación Gabriele num. 2"

 

 

 

Fundación Gabriele

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¿Hasta donde llega la responsabilidad por nuestra vida?

 

 

 

De forma categórica el físico Hans Peter Dürr, exdirector del Instituto Max-Planck de física de Munich, dijo: "Este mundo tangible, es decir esto que llamamos materia, es en realidad la escoria del universo. Todo lo restante es el Más allá, la amplia y enorme realidad". Visto así, para aquellos que creen en una vida después de la muerte, se podría decir que el alma se dirige tras la misma solo allí donde ya estuvo antes, hacia aquello que ha estado siempre.

 

Cuando el alma se ha desprendido de su envoltura, del ser humano fallecido y ha desencarnado, lo negativo que la persona introdujo en su interior se vuelve paulatinamente activo. Y en relación a estas culpas activas el alma puede decidirse libremente, o bien por seguir el camino de la purificación del alma, es decir el camino de la redención que le es mostrado a través de las grabaciones que hizo en su alma, o  bien continuando  tal como su ser humano era, por ejemplo viviendo en la apatía y la indiferencia. En tal caso el alma es inabordable para los valores elevados. Si el alma se apega al mundo imaginario de sus deseos, pasiones e instintos inferiores, permanece en los reinos intermedios del Más allá, e intenta succionar energía de seres humanos con debilidades parecidas a las suyas, según lo que haya grabado en ella como impronta, como culpa.

 

El alma está constituida por una estructura de partículas, mientras que el cuerpo físico está formado por una estructura celular y tanto en su estructura celular como en la estructura de partículas del alma, el ser humano graba el pro y el contra de su carácter. Él graba los potenciales de energía a favor de la vida como paz, seguridad y libertad, o energías en contra de la vida como ataduras, discordia, egoísmo, violencia, en general lo excesivamente humano. Se trate del ser humano o del alma, en ambos se halla el libre albedrío para decidirse libremente a favor de la ley cósmica que es La Vida o contra la ley cósmica que es la voluntad propia y el ego.

 

En la vida en la Tierra, tanto al ser humano como al alma se le muestra constantemente la posibilidad de eliminar lo negativo, sus cargas. Quizás se pregunte: ¿cómo? Gracias a las cosas que ocurren en el trascurso del día. Aquello que hay que saldar, el ser humano lo capta en sus pensamientos y al mismo tiempo en su conciencia, mientras que el alma en el más allá experimenta algo parecido en secuencias de imágenes o en forma de sufrimiento o sentimiento de dolor dependiendo de cuáles sean las respectivas causas. Por eso cada uno es el único responsable de su vida, puesto que determina si carga o libera su cuerpo y su alma.

 

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