domingo, 27 de julio de 2014

Artículo de opinión


 

Lo que ningún gobierno se atreve a comunicar

 

 

 

 

A pesar de que no es nada agradable de afrontar, los ciudadanos deberíamos estar preparados, o cuanto menos informados de lo que se avecina a la humanidad a causa del cambio climático: enfermedades y epidemias, escasez de agua, guerras entre naciones y guerras civiles por los últimos recursos de la Tierra, sequías y períodos de calor extremo  alternando con precipitaciones torrenciales, fuertes tempestades, inundaciones y una atmósfera débil ante la irradiación cósmica. Los efectos del cambio climático van desde aumento de la temperatura en los mares y en el aire, incontrolables migraciones humanas de lo que se podría llamar "fugitivos del clima", inimaginables hambrunas debido a  las malas cosechas, desiertos que se expanden a gran velocidad, largos períodos de calor, y también enfermedades y epidemias desconocidas. Y muchos de nosotros lo viviremos, no sólo los más jóvenes.

 

Los efectos del colapso climático van desde el derretimiento de los casquetes polares y el hielo de Groenlandia hasta la detención de la Corriente del Golfo, lo que en sí mismo es un enorme motivo de preocupación de consecuencias inimaginables. Esto provocará una subida del nivel del mar de hasta 70 metros en el transcurso de decenios, y por tanto inundaciones en extensas zonas del litoral donde se asientan muchísimas ciudades densamente pobladas. Debido al derretimiento de los glaciares y de los casquetes polares, se perderá mucha agua dulce y desaparecerán a nivel mundial los arrecifes coralinos, los océanos se acidificarán y la cuenca del Amazonas se transformará en una estepa. El deshielo de la capa congelada en los mares hará que se descongele el permafrost y se libere a la atmósfera inimaginables cantidades de gas metano lo que, sumado al ya existente, terminará por destruir la atmósfera. Los continentes se volverán irreconocibles pues cambiarán todos los perfiles litorales, y la Tierra cobrará un rostro completamente nuevo. Por éstas y otras muchas razones se podría decir que los vivos envidiarán a los muertos, tal como ya anunció el vidente Juan de Patmos en el conocido Apocalipsis de San Juan.

 

Estimado lector, ¿es usted de los que piensan que las condiciones de vida en la Tierra mejorarán, incluso que podrían cambiar para bien? Pues sepa que el reloj de la Tierra señala ya más de media noche. Tan sólo con el avance de los desiertos y la destrucción de las selvas, las condiciones de vida en la Tierra cambiarán radicalmente, cuanto más con todo aquello que el ser humano insaciable ha hecho, hace y hará al bondadoso planeta Tierra.

 

 

 

Ana Sáez Ramírez (45.271.959 R)

Del Programa: Los vivos envidiarán a los muertos

www.radio-santec.com

 

 

 

 

 

lunes, 21 de julio de 2014

Artículos de opinión


 

 

¿Ha de acabar esta civilización de forma apocalíptica?

 

 

La violencia del hombre frente a las otras criaturas, le viene de vuelta recayendo sobre él en forma de golpes del destino, terrorismo, guerras, catástrofes, plagas y pestes. Mientras no reconozcamos los trasfondos de este mal amenazante y sólo hablemos de los sucesos casuales, no se nos podrá ayudar. Por eso deberíamos echar una mirada al último libro de la Biblia, El apocalipsis de san Juan, donde se lee que esta civilización finaliza apocalípticamente.

 

No se trata meramente de unos pequeños cambios como talar menos bosques, usar moderadamente las energías, una agricultura ecológica y menos torturas para los animales. ¡No!, se trata de una transformación fundamental de nuestra postura hacia la naturaleza y los animales, de despedirnos de todo tipo de tradición desesperante de las enseñanzas eclesiásticas y filosóficas, que descomponen la unidad de la vida y que han separado todo lo que corresponde a la unidad, pues no existe la vida inanimada, el espíritu no existe solamente en las células cerebrales humanas y también las plantas sienten, los animales sienten alegría y dolor. Existe una unidad entre todo lo que vive, sí, incluso una unidad entre todo lo que existe. Esta visión del mundo no es sólo un sueño, sino que es ya un componente de la física cuántica, la que hace tiempo superó la visión del mundo materialista. Max Planck intuyó detrás de toda la materia una forma de energía de un espíritu consciente e inteligente como sustento de todo lo que existe.

 

 

Maximiliano Corradi

www.editorialvidauniversal.com

 

 

¿Será ésta la última década tranquila para Europa?

 

 

 

La opinión pública apenas es consciente de que posiblemente hayamos perdido definitivamente la oportunidad de salvar la Tierra. A pesar de que la Casa Blanca y la NASA parecen dar ligeras muestras de haber entendido el problema, lo cierto es que todo sigue igual. Las cumbres mundiales sobre el clima han sido y son una especie de teatro donde escenificar una representación poco convincente y, mientras tanto, los años han ido pasando y el problema tomando una dimensión enorme y sin retorno. Lamentablemente la humanidad no ha tomado conciencia de lo que se avecina, porque aparentemente todo parece igual.

 

Ciertamente se han publicado muchísimos estudios científicos dando la voz de alarma, aunque parece ser que los medios de comunicación han ocultado de mutuo acuerdo las dimensiones apocalípticas del colapso climático. El declive de la civilización actual no parece ser tan importante, o quizás se trate en primera instancia de vivir el presente sin preocuparnos por un mañana de perspectivas poco halagüeñas. Así se sigue danzando y celebrando en la mayoría de canales de televisión la danza macabra de nuestra civilización.

 

Los insignificantes resultados de las cumbres climáticas son una catástrofe en sí mismas, una declaración de bancarrota de la política mundial resultante de un fracaso de tal magnitud que llevará de forma irremisible al fin de la civilización humana tal como la conocemos. Los participantes en estos eventos mundiales, acostumbrados a actuar en base a sus intereses políticos y económicos, llevarán parte de la responsabilidad por la muerte de millones de personas, por la muerte de billones de animales sacrificados, por la destrucción de la naturaleza en tan sólo unos pocos decenios, por dejar un planeta en el que apenas quedan bosques primigenios, redes fluviales sanas, océanos rebosantes de vida o una atmósfera protectora y limpia. Este es el resultado de la política climática actual.

 

Para los europeos puede que ésta sea la última década en la que los efectos climáticos sean apenas perceptibles, pues los tiempos cambian con demasiada rapidez. Tomemos por tanto las riendas de nuestra vida, si queremos también en relación a la vida después de la muerte física, es decir, en relación a la vida de nuestra alma. Millones de personas de todas las culturas y pueblos de esta Tierra creen en la reencarnación, por lo que se hace más importante que nunca reflexionar sobre ello en relación al colapso climático, ya no por nuestros hijos y nietos, sino por nosotros mismos, puesto que el alma vive eternamente y posiblemente volverá a tomar forma humana en esta Tierra hasta que en algún momento tome el camino al Hogar eterno. ¿Pero en qué clase de mundo encarnarán las almas que, debido a graves culpas, vuelvan a la Tierra a encarnar en un nuevo cuerpo humano? ¿En qué mundo encarnaremos nosotros mismos?

 

Mª José Navarro (24764815W)

Del programa: Los vivos envidiarán a los muertos

www.radio-santec.com

 



domingo, 13 de julio de 2014

Artículos de opinión


EEUU, China, India y Brasil contra la supervivencia

de la humanidad

 

 

La siempre dramática situación de nuestro mundo ha dado lugar a que muchas personas piensen que el mundo se puede acabar en cualquier momento. Sin embargo el mundo ya se acaba hoy para cada niño y para cada persona que muere de hambre o por falta de medicamentos, para cada río envenenado, con cada árbol que se tala en plena savia y con cada animal que es bestialmente asesinado para dar placer al paladar humano. Este mundo materialista se está acabando, no así la Tierra.

 

Apenas habrá quien tenga dudas de que vivimos un tiempo de transformaciones. Miremos donde miremos se inician considerables cambios que afectarán a todos los seres humanos, y lógicamente estos cambios llevan consigo miedo por las catástrofes que tal vez podrían sobrevenir a la humanidad.

 

En este tiempo de transformaciones el Espíritu universal, Dios, no deja solos a Sus hijos humanos, si no que nos ofrece lo que anunció Jesús de Nazaret en el sentido de las siguientes palabras: «Yo os enviaré al consolador eterno que os conducirá a toda la Verdad». Este tiempo en verdad ha llegado, y el Cristo de Dios ha hecho realidad Su Palabra, a través de boca profética Él ha regalado a la humanidad el cuerno de la abundancia de la Sabiduría divina. Así dio explicaciones e indicaciones sobre todos los ámbitos de la vida, así habló también sobre el estado del mundo, sobre el futuro de la humanidad y sobre lo que sobrevendrá a la humanidad si no cesa en su comportamiento bestial y cruel contra Su Creación.

 

Pero el que la palabra del Espíritu de Dios dada a través de Su portavoz Gabriele fuese rechazada por los poderosos de este mundo, y tal como sucedió en todos los tiempos, encabezado por el sacerdocio institucional, tendrá consecuencias que ahora llegan a la humanidad. No es más que la cosecha de nuestra propia siembra. La humanidad por el momento lo llama de forma lapidaria «cambio climático», y sólo algunas voces aisladas hablan de «catástrofe climática», pero en realidad es mucho más, muchísimo más.

 

El breve lapsus de tiempo que hubo para dar a todos los pueblos y economías del mundo la oportunidad de salvar a la madre Tierra de forma consensuada no se aprovechó. La salvación o mitigación de la catástrofe apocalíptica causada por el hombre ha fracasado sencillamente por el egoísmo de los gobiernos y de sus intereses estatales. Los países y gobiernos que se negaron al consenso son oficiosamente conocidos, sin embargo nunca se calificarán como estados-canallas, a pesar de que lo que estaba en juego fue ni más ni menos que la supervivencia de la humanidad - (Confidencialmente: EEUU, Brasil, China, India).

 

 

José Vicente Cobo (45277997j)

Basado en el programa: Los vivos envidiarán a los muertos

www.radio-santec.com

 

 

Cuando usted no cambia el destino sigue su curso

 

 

 

Si tenemos miedo a enfermedades, preocupaciones y sufrimiento degradamos las energías positivas volviéndolas negativas, con ello creamos nuestras formas de pensamientos destructivas, unos peligrosos robots que somos nosotros mismos. Hagámonos por tanto conscientes de que el peligro no viene de fuera, viene de nosotros mismos y nos influencia a nosotros mismos.

 

Sepa que sólo puede recaer sobre nosotros lo tenemos en nosotros. Aunque en el mundo acechen aún muchos peligros, si no tenemos algo igual o parecido en nosotros, tampoco atraeremos esos peligros, no pueden hacernos nada, salvo que para ello hayamos creado la fuerza de atracción en nuestra alma.

 

Con nuestros pensamientos negativos podemos hacer surgir en nuestro cuerpo enfermedades o provocar sufrimientos y golpes del destino. Pero  a través de una forma positiva de sentir, pensar, hablar y obrar producimos en nosotros salud, armonía interna, alegría, paz, felicidad y satisfacción. Vemos por tanto que los pensamientos son fuerzas, que retornan a nosotros, el emisor.

 

En este contexto entendemos la ley de siembra y cosecha, que significa que cada causa tiene su efecto, y comprendemos por tanto que únicamente nosotros somos los causantes de nuestras enfermedades, sufrimientos y golpes del destino, no nuestros semejantes o tal vez Dios. Estimado lector sepa que cuando no damos la vuelta a tiempo, el destino sigue no obstante su curso. Por eso propóngase una vida basada en una ética y moral más elevada, y sepa que el Sermón de la Montaña de Jesús de Nazaret es la clave para una vida feliz en esta.

 

Maximiliano Corradi

www.editorialvidauniversal.com

domingo, 6 de julio de 2014

artículos de opinión


 

 

¿Son cristianas todas las tradiciones y festividades?

 

 

 

Desde sus comienzos, es decir poco después de que el Emperador Constantino declarara el catolicismo como religión estatal, se podría decir que la relación del papado con las monarquías reinantes de toda Europa ha sido siempre muy estrecha, una especie de camino de doble sentido en el que los negocios, acuerdos y concordatos entre Iglesia y Estado han ido de la mano durante siglos. Los reyes españoles de la época no eran ajenos a la importancia que suponía tener una reliquia como los restos de Santiago el Mayor, discípulo de Jesús, el que según la tradición fue enterrado en Santiago de Compostela.

 

Por ejemplo de cara a los intereses militares y económicos, el camino de Santiago suponía para los monarcas españoles un aporte extra de dinero y también de guerreros en su lucha contra los moros, por lo que fomentaron y ayudaron a que se consolidara dicho camino como una ruta santa, que de esta manera se convertiría para miles de fieles de la época, en una «obligación» de rendir culto y devoción al apóstol que tan cerca estuvo de Jesús.

 

Como dice el historiador y escritor Sánchez Dragó, esta no sería la primera vez que la Iglesia católica con «su estómago de camello», se hubiera apoderado de una herencia pagana ajena al cristianismo, la que una vez mezclada con símbolos paganos y una leyenda no del todo  creíble, se convertiría en una antigua tradición eclesiástica, asumida y asimilada de tal forma como si el mismo Jesús la hubiera traído del cielo. Sin embargo a pesar del carácter poco real de esta leyenda medieval, se intuye un impulso de encontrar un camino lejos de Roma, del cual supuestamente se podía esperar la salvación, es decir un cristianismo ni romano ni bizantino. Puesto que el que haya personas que a través de caminos externos se pongan a la búsqueda de respuestas a preguntas existenciales, para después encontrar un camino interno, es un motivo religioso que ha existido siempre. Sin embargo las peregrinaciones a «lugares mágicos» donde yacen los llamados santos, o donde habrían sucedido «milagros» o «apariciones» son, dicho claramente, una tradición de cultos de misterios paganos. Lo que con el cristianismo de los primeros tiempos nada tiene que ver.

 

En muchas ocasiones, por no considerar con distancia las lagunas que los hechos tienen, se aceptan sin cuestionar acontecimientos basados en un pasado incierto y poco claro, los cuales desembocan más en celebraciones lúdicas que religiosas, y todo ello basado en tradiciones que se denominan cristianas, pero que tuvieron un origen muy diferente al que se termina celebrando. Se podría decir que en esta línea están también las fiestas de Semana Santa y Navidad, las muchas romerías y peregrinaciones, las cuales nada tienen que ver con la enseñanza de Jesús de Nazaret. Sin embargo será usted, estimado lector, el que decida cómo comportarse ante cada una de las tradiciones que llegan a su vida con la intención de perpetuarse.

 

 

Teresa Antequera (73891412-W)

Programa Especial: El Camino de Santiago

www.radio-santec.com

 

 

 

La justicia está por encima del derecho de los jueces

 

 

El indolente adepto a la Iglesia, que no se toma muy a conciencia lo de los ritos y dogmas, pero que a pesar de eso se queda atado a la Iglesia porque sus padres pertenecían a esa congregación o porque en el pueblo habría un escándalo si él no actúa como la masa, al final de su existencia terrenal posiblemente aceptará al cura para recibir la extremaunción.

 

Muchos curas o pastores a causa de su comportamiento con respecto a los Mandamientos de Dios y a la enseñanza de Jesús, suelen tener tan pocos conocimientos como el pecador moribundo. Pero en una situación así no sirve de nada una conversación, tampoco una extremaunción, sino únicamente hablar con Dios, pues El está siempre presente. El que se arrepiente de corazón y le sea posible pedir perdón en pensamientos, tiene a Cristo a su lado. Cristo no le da al moribundo ningún buen consejo, tampoco la "extremaunción". Lo que Cristo pueda perdonar al pecador, en la hora de su muerte se lo perdonará. Lo que el moribundo ha provocado en pensamientos, palabras y actos a otras personas y que aún no le quieren perdonar, tampoco lo puede perdonar Cristo, Cristo no puede disolver esa culpa en el alma del hombre.

 

En ello reconocemos la Igualdad, pues Cristo no aplica el derecho de los jueces, sino la justicia. Los dos tienen que perdonarse mutuamente, entonces el pecado estará saldado. En el Padrenuestro rezamos: "Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores".

 

 

Maximiliano Corradi

www.editorialvidauniversal.com