¿Son cristianas todas las tradiciones y festividades?
Desde sus comienzos, es decir poco después de que el Emperador Constantino declarara el catolicismo como religión estatal, se podría decir que la relación del papado con las monarquías reinantes de toda Europa ha sido siempre muy estrecha, una especie de camino de doble sentido en el que los negocios, acuerdos y concordatos entre Iglesia y Estado han ido de la mano durante siglos. Los reyes españoles de la época no eran ajenos a la importancia que suponía tener una reliquia como los restos de Santiago el Mayor, discípulo de Jesús, el que según la tradición fue enterrado en Santiago de Compostela.
Por ejemplo de cara a los intereses militares y económicos, el camino de Santiago suponía para los monarcas españoles un aporte extra de dinero y también de guerreros en su lucha contra los moros, por lo que fomentaron y ayudaron a que se consolidara dicho camino como una ruta santa, que de esta manera se convertiría para miles de fieles de la época, en una «obligación» de rendir culto y devoción al apóstol que tan cerca estuvo de Jesús.
Como dice el historiador y escritor Sánchez Dragó, esta no sería la primera vez que la Iglesia católica con «su estómago de camello», se hubiera apoderado de una herencia pagana ajena al cristianismo, la que una vez mezclada con símbolos paganos y una leyenda no del todo creíble, se convertiría en una antigua tradición eclesiástica, asumida y asimilada de tal forma como si el mismo Jesús la hubiera traído del cielo. Sin embargo a pesar del carácter poco real de esta leyenda medieval, se intuye un impulso de encontrar un camino lejos de Roma, del cual supuestamente se podía esperar la salvación, es decir un cristianismo ni romano ni bizantino. Puesto que el que haya personas que a través de caminos externos se pongan a la búsqueda de respuestas a preguntas existenciales, para después encontrar un camino interno, es un motivo religioso que ha existido siempre. Sin embargo las peregrinaciones a «lugares mágicos» donde yacen los llamados santos, o donde habrían sucedido «milagros» o «apariciones» son, dicho claramente, una tradición de cultos de misterios paganos. Lo que con el cristianismo de los primeros tiempos nada tiene que ver.
En muchas ocasiones, por no considerar con distancia las lagunas que los hechos tienen, se aceptan sin cuestionar acontecimientos basados en un pasado incierto y poco claro, los cuales desembocan más en celebraciones lúdicas que religiosas, y todo ello basado en tradiciones que se denominan cristianas, pero que tuvieron un origen muy diferente al que se termina celebrando. Se podría decir que en esta línea están también las fiestas de Semana Santa y Navidad, las muchas romerías y peregrinaciones, las cuales nada tienen que ver con la enseñanza de Jesús de Nazaret. Sin embargo será usted, estimado lector, el que decida cómo comportarse ante cada una de las tradiciones que llegan a su vida con la intención de perpetuarse.
Teresa Antequera (73891412-W)
Programa Especial: El Camino de Santiago
La justicia está por encima del derecho de los jueces
El indolente adepto a la Iglesia, que no se toma muy a conciencia lo de los ritos y dogmas, pero que a pesar de eso se queda atado a la Iglesia porque sus padres pertenecían a esa congregación o porque en el pueblo habría un escándalo si él no actúa como la masa, al final de su existencia terrenal posiblemente aceptará al cura para recibir la extremaunción.
Muchos curas o pastores a causa de su comportamiento con respecto a los Mandamientos de Dios y a la enseñanza de Jesús, suelen tener tan pocos conocimientos como el pecador moribundo. Pero en una situación así no sirve de nada una conversación, tampoco una extremaunción, sino únicamente hablar con Dios, pues El está siempre presente. El que se arrepiente de corazón y le sea posible pedir perdón en pensamientos, tiene a Cristo a su lado. Cristo no le da al moribundo ningún buen consejo, tampoco la "extremaunción". Lo que Cristo pueda perdonar al pecador, en la hora de su muerte se lo perdonará. Lo que el moribundo ha provocado en pensamientos, palabras y actos a otras personas y que aún no le quieren perdonar, tampoco lo puede perdonar Cristo, Cristo no puede disolver esa culpa en el alma del hombre.
En ello reconocemos la Igualdad, pues Cristo no aplica el derecho de los jueces, sino la justicia. Los dos tienen que perdonarse mutuamente, entonces el pecado estará saldado. En el Padrenuestro rezamos: "Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores".
Maximiliano Corradi
www.editorialvidauniversal.com
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