Los animales perciben las catastrofes y nos advierten a tiempo
Cuando se producen grandes catástrofes naturales, además de lamentarse por las muchas pérdidas humanas, habría que lamentar también la muerte de muchísimos animales. Sin embargo existen sorprendentes ejemplos, aparentemente sin explicación, de cómo los animales han podido sobrevivir a este tipo de desgracias. Sin ir más lejos tras el gran tsunami de Asia en 2004, la revista alemana Spiegel publicó un artículo con el título «Los animales salvajes se escapan de la ola gigante». El subdirector del departamento de medioambiente Hd Ratajanki declaró: «No hay ni un elefante muerto, ni tan siquiera una liebre o un conejo».
Valga decir que esta catástrofe de 2004 se produjo tras un fortísimo seísmo de grado 9, que generó enormes olas que se adentraron hasta 3 kilómetros en el parque nacional Yala, el mayor parque natural de Sri Lanka, hogar de elefantes, leopardos y un sinfín de animales. Algo parecido sucedió con los mamíferos marinos como ballenas y delfines, a los que apenas afectó el poderoso tsunami. Mikal Tiaf, ecólogo submarino de la universidad de Melbourne, declaró lo siguiente: «Los delfines son capaces de sentir este tipo de cosas y probablemente ponerse a salvo en aguas más profundas».
¿Pero se podría afirmar que este fue un caso aislado, o se ha observado en situaciones similares? De ser así tendríamos que afirmar que los animales tienen una intuición especial en caso de peligro. Al respecto ya el historiador griego de la antigüedad Diodoro documentó que los animales horas e incluso días antes de un terremoto se comportan de forma extraña. En el año 373 a.C. la ciudad de Helike, en el golfo de Corinto, fue tragada por el mar después de un poderoso terremoto. Cinco días antes de la catástrofe, al parecer un desfile de ratas, serpientes y escarabajos se dirigió a la ciudad vecina a través de un puente que la unía con ésta, para ponerse a salvo en el interior. En el terremoto de 1966 ocurrido en el norte de China todos los perros del pueblo escaparon a tiempo y sobrevivieron. O por ejemplo cuando en 1976 un terremoto en la región italiana de Friaul, se cobró las vidas de 1000 personas, los campesinos observaron que los ratones salían de sus madrigueras y los animales en las cuadras sintieron pánico poco antes de que se produjera el terremoto.
Tras el ciclón Charly que en 2004 sacudió el estado de Florida, el biólogo Mike Hehouse relató una interesante circunstancia: «Aproximadamente 12 horas antes, catorce tiburones provistos de dispositivos de seguimiento y que nunca antes habían abandonado su zona habitual, huyeron a aguas más profundas y permanecieron allí durante dos semanas». Cuando en 2008 en el suroeste de China la tierra tembló, cientos de miles de sapos salieron de la tierra y atravesaron brincando la ciudad de Mianjang. Algo parecido sucedió en Italia, allí los sapos del lago San Rufino desaparecieron de un día para otro, y una semana más tarde un intenso terremoto sacudió toda la región y murieron 300 personas. La enseñanza que se puede sacar de todas estas experiencias y de muchas otras es que los animales emiten con toda claridad una señal de advertencia para los seres humanos, pero como casi siempre, solo es percibida por unos pocos.
Ana Sáez Ramirez (45.271.959 R)
Del programa: «Los animales y su sexto sentido»
Jesús recomendó no comer carne
Jesús recomendó no comer carne, lo que algunos evangelios que están fuera de la Biblia lo testimonian. A pesar de ello san Jerónimo suprimió este importante aspecto de la enseñanza de Jesús al recopilar la Vulgata, incluyendo al mismo tiempo antecedentes ya falsificados.
El que Jesús y los apóstoles eran vegetarianos lo confirman muchos escritos apócrifos. La literatura correspondiente es ofrecida por Editorial La Palabra, por ejemplo: «El amor de Jesús por los animales que nos fue ocultado» o «La Biblia fue falsificada". Interesantes publicaciones que nos desvelan por ejemplo que Santiago, el hermano de Jesús, el primer dirigente de la comunidad originaria de Jerusalén, era vegetariano. Esto está comprobado históricamente. Y así también hay párrafos del intercambio de cartas de los primeros cristianos que dan testimonio de que ellos tampoco comían carne. Se puede asegurar que la mayor parte de los miembros de las comunidades originarias no disfrutaban de la carne.
Pero también los padres de la Iglesia dan testimonio de que en el cristianismo originario no se consumía carne. Por ejemplo, Juan Crisóstomo: «Entre ellos no corren ríos de sangre, no descuartizan ni despedazan carne. Donde ellos, no se hallan los terribles olores de comidas de carne, no se escuchan alaridos ni ruidos desoladores. Sólo prueban el pan, fruto de su trabajo, y agua pura. Si desean una comida más abundante, sus exquisiteces son frutas, así se sienten tan satisfechos como ante una mesa de reyes».
Teresa Antequera Cerverón (73891412-W)
De la publicación: "La silla de san Pedro"
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