¿Es el ser humano dueño de la naturaleza?
Qué duda cabe de que los seres humanos esperamos siempre lo mejor para nosotros y para los nuestros, también para nuestros animales de compañía. Sin embargo en relación a los animales deberíamos cambiar nuestra forma de pensar, pues ellos, cuando viven libres en la naturaleza, tienen definitivamente ya lo mejor. Los animales, a diferencia del ser humano, están libres de carga, es decir no tienen que soportar el peso de sus comportamientos erróneos del pasado. En el ser humano éstos se presentan una y otra vez en nuestro presente en forma de golpes del destino, enfermedades y desgracias.
Para el limitado ser humano es difícil entender y captar que, imperceptiblemente para nosotros, los animales están en comunicación con el poderoso Océano universal Dios, el Creador del SER, es decir ellos lo poseen todo y a diferencia de nosotros no esperan nada. Por el contrario: en tanto los seres humanos esperemos algo para nosotros, en tanto queramos lo mejor para nosotros, no tendremos acceso a la Unidad universal, tampoco tendremos acceso a nuestras criaturas hermanas ni a la naturaleza, ni siquiera a la piedra que está al borde del camino o bajo nuestros pies.
Cuando hayamos aprendido a considerar por ejemplo que el sonido de un animal no es un hecho ajeno que nos hace observar al animal con distancia, y empecemos a vernos como compañeros de vida, como compañeros de nuestras criaturas hermanas, entonces empezaremos a encontrar paso a paso la Unidad, que para nosotros tiene en sí un desarrollo fascinante.
Con nuestros ademanes y aires egocéntricos somos nosotros mismos el obstáculo para tener acceso a la Unidad universal. Somos nosotros quienes nos vemos como la corona de la Creación y nos apropiamos por ello de la Tierra como si fuera nuestra. Pero tenemos que quitarnos esta corona del ego para encontrar la Unidad, para llegar a ser compañeros de la Creación. Tenemos que aprender a abrirnos a la sabiduría del SER, a la sabiduría de la Unidad. Pero en tanto nos comportemos como seres superiores simplemente porque somos seres humanos, colocamos a los animales en un plano inferior, también al mundo vegetal y a las piedras, dicho globalmente a toda la Madre Tierra.
Si el hombre no aprende que la Unidad en la que viven los reinos de la naturaleza tiene mucho que enseñarnos, y que si la persona desea conocer el gran Principio universal de la vida antes debe recapacitar, seguirá colocándose por encima de sus semejantes y de los reinos de la naturaleza, abusando de ellos y continuando con la explotación de la Tierra. Permitamos que la Sabiduría omniabarcante sea nuestra maestra y nosotros sus alumnos, así nos distanciaremos de esa ilusión en la que vivimos y que nos hace creer que los Reinos de la naturaleza están por debajo de nosotros. Reflexionemos y aceptemos con humildad que el ser humano ni ha sido ni será el genio de la naturaleza, únicamente El Creador, la Unidad a quien en occidente llamamos Dios lo es.
Mª José Navarro (24764815W)
Del Programa: «La Biblioteca cósmica omniabarcante»
Ningún día debería ser un día desperdiciado
Tu día, cada día te da muchas indicaciones. En cada situación el día nos quiere explicar qué deberíamos cuestionar y superar. Él, el día, tiene buenas intenciones para con nosotros. Nos advierte oportunamente. Todo, absolutamente todo es energía, todo lo que parte de nosotros es energía, que se graba según los contenidos positivos y negativos de nuestra forma de pensar, hablar y obrar, y que en algún momento regresará a nosotros en forma de porciones. Por tanto, lo que hemos grabado en los muchos, muchísimos días de nuestra existencia terrenal, lo negativo y lo positivo, forma parte de nuestro devenir como personas, o de nuestro camino como almas después de nuestra muerte física.
El día, nuestro día, es un buen amigo. El Espíritu de Dios, de nuestro Padre siempre procura hacernos reconocer a tiempo a través de nuestro día, lo malo que hay en nosotros, para que lo superemos antes de que irrumpa en nuestro cuerpo físico como una enfermedad o un golpe del destino, o a más tardar en el alma tras la muerte. Se trata justamente de lo que los seres humanos solemos calificar como una vida marcada por el destino.
Cada día se nos anima a reconocernos en las situaciones negativas y aprender de ellas, con el fin de conducir nuestro devenir a los cauces de una vida más espiritual, menos orientada a lo mundano, de modo que nuestra alma tenga ante sí una «ascensión a los cielos» tan pronto como abandone su envoltura, el cuerpo humano.
José Vicente Cobo (45277997j)
Del programa: "La vida que yo mismo escogí", que se emite por Sophia TV América
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