Si en esta Tierra soy un huésped, ¿quién es mi anfitrión?
Si los seres humanos somos huéspedes en la Tierra, ¿quién es nuestro anfitrión? El anfitrión es el Espíritu del infinito que nos hace posible la vida como personas sobre el planeta Tierra. ¿Pero por qué somos seres humanos? Decimos que porque nos hemos infligido actitudes erróneas, es decir, pecados que están en contra del origen de nuestra verdadera vida. Dicho claramente significa que el huésped está en contra del anfitrión, en contra del Espíritu del infinito.
Sabemos que no vivimos eternamente en la Tierra, o sea que como seres humanos somos perecederos, y que como almas nos iremos de esta Tierra. Por lo que se nos plantea la pregunta: ¿Cómo nos iremos de esta Tierra, como huéspedes o como herederos conscientes del infinito? Puede que alguno opine que todavía falta mucho para ello, pero ¿acaso sabemos si mañana no habrá terminado para nosotros esta existencia terrenal? ¿Y qué justifica la suposición de que nosotros, cada cual individualmente, concluirá los próximos 2,3,5 ó 10 años con un resultado mejor que el de los pasados 2,3,5 ò 10 años?
Por tanto que cada cual considere para sí mismo su estado actual preguntándose: ¿Qué o quién soy yo todavía actualmente? ¿Puedo volver al Reino eterno, al hogar eterno como un heredero consciente o me volveré a dirigir a la Tierra como huésped para continuar en otra encarnación igual que en esta?
Observemos ahora las imágenes que nos han surgido. Si en nuestro consciente hay pensamientos, entonces compenetrémonos en ellos para averiguar quiénes somos en realidad: huéspedes o herederos divinos. Si siendo sinceros decimos que todavía soy un huésped, de ello se deduce la pregunta: ¿Quiero seguir siendo un huésped, es decir una persona orientada a la Tierra, o quiero dirigirme en dirección al Cielo? La pregunta que corresponde a la transformación de huésped en heredero divino, en dueño del Reino de Dios es: ¿qué valor me doy a mí mismo?
Así como se comporte el huésped, el ser humano, con los animales, las plantas y las piedras, con la luz, el agua, la tierra y el aire, de forma correspondiente se comportará el anfitrión, el Espíritu del infinito. ¿Podemos mirar al anfitrión a los ojos si hemos robado una parte de Su terreno y de Su suelo, si abusamos de Su jardín, la naturaleza, si torturamos a Su animales, los matamos y los consumimos?
José Vicente Cobo (45277997j)
De la publicación: "Palabras de oro de la Sabiduría de Dios"
La humanidad sigue adorando un gran becerro de oro
Si Moisés volviera hoy a traer a los hombres las Tablas de la Ley con los Diez Mandamientos podría romperlas hoy como antaño, pues desde los tiempos de Moisés apenas si han ganado en fuerza y cumplimiento. Sólo que Moisés hoy no podría destruir al becerro de oro, como lo hizo en aquel tiempo en el desierto, pues el becerro ha adquirido un valor de miles de millones, en comparación con los Diez Mandamientos de Dios. Las llamadas Iglesias cristianas han enseñado durante casi dos mil años un Dios que no existe. Lo que fue y es una escultura nacida de la creencia pagana en dioses, y que fue esculpida, ensalzada y comercializada muy hábilmente.
Una gran parte de los hombres -sobre todo las personas que tienen en alta estima las tradiciones y siguen siendo prisioneras del egoísmo- han olvidado cómo se piensa de forma clara y lógica. Se han convertido en imitadores, que como los lemingos hacen sin pensar lo que otros les muestran y prescriben, que por su parte son también prisioneros de la irracional fiebre tradicional de los sentidos.
Quien no rompe la atadura de las tradiciones queda atado a los que propician las tradiciones, quienes en muchos casos creen hallarse en estado de santidad. Quien por lo tanto se deja conducir por la tradición eclesiástica, es automáticamente partícipe de las huestes belicosas que torturan, matan, despedazan todo lo que se halla en y sobre la Tierra, es decir, que asesina en aras de la tradición.
José Vicente Cobo (45277997j)
De la publicación: "La Rehabilitación del Cristo de Dios"
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