Estimados amigos:
Les envíamos estos dos artículos en la semana 9 de 2012, para que los publiquen en su medio de comunicación. Le agradezco por su colaboración.
Saludos de Mª José Navarro
DNI: 24764815W
Engañar para luego manipular
El hombre puede ser comparado con un ordenador que reproduce lo que en él se ha introducido, es decir, grabado. De manera semejante ocurre con el computador hombre, que sólo puede exteriorizar aquello que ha introducido en sí mismo, es decir lo que está grabado en él. En un ordenador no se habla de analogías, porque éste reproduce fielmente los datos introducidos, es decir sin influencias, a menos que esté afectado por un virus, pero cuando se trata del computador hombre, que se ha programado a sí mismo, dispone de más posibilidades a la hora de expresarse, pues tiene la posibilidad de mezclar partes de sus propios programas. Estos programas mezclados forman parte del arte de cada uno para mostrarse ante los demás, disimular o engañar y se componen con frecuencia de una multiplicidad de palabras y actos fingidos.
El computador hombre, al igual que el computador convencional, sólo puede transmitir lo que en él se ha grabado, pero además éste está en condiciones de formular una mixtura con partes de sus programas, por ejemplo describiendo cosas y circunstancias falsas, embelleciéndolas y pintándolas a su gusto. También puede proyectar sus analogías en sus semejantes para manipularlos, es decir, para utilizarlos para sus propios fines.
Por lo tanto, la persona es capaz de mostrar ira, odio, envidia, opiniones, ideas e intenciones como si de algo afable se tratara, es decir maquilladas y embellecidas, modificadas astuta e intencionadamente, de modo que el otro asimile esta mixtura y sea susceptible de ser programado y con ello influido y manipulado.
Vida Universal
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¿Dónde encontramos la unión dual, el eterno amor?
La búsqueda de amor, acogimiento y hogar tiene siempre un motivo profundo, mas en este mundo jamás te sentirás bien acogido, porque tú no eres de este mundo. No obstante millones de personas buscan el acogimiento en la pareja y en la familia y la mayoría cree que sentirse acogido en el matrimonio o en la familia es lo mismo que haber alcanzado un puerto seguro en el que es posible encontrar plenitud, hogar y acogimiento. La mayoría de las personas buscan en los demás aquello que ellos mismos no tienen. Proyectan todos sus deseos a unos cuantos aspectos que el otro parece poseer y creen que con esta persona que representa la imagen de sus deseos, podrían sentirse bien acogidos. La realidad es que el hombre sólo atrae lo que él mismo es y no lo que quiere tener, puesto que lo igual atrae siempre a lo igual. Si después de un tiempo el ser humano tiene que reconocer que con sus deseos y expectativas no se siente acogido por la otra persona, entonces se cansa de ella.
Sea como fuere, muchas personas mayores están solas. La breve y aparente felicidad hace tiempo que se disolvió y del querer sentirse acogidos ya no se habla. De vez en cuando los hijos visitan a la persona que ahora se ha hecho mayor, pero también ese tiempo está corriendo. En lugar de haber logrado sentirse acogido, se está expuesto al miedo y a la preocupación de cómo seguirá todo. De vez en cuando se sueña con el pasado, pero también esos recuerdos solo incitan a la amargura, uno se había imaginado esta vida como algo totalmente diferente. En lugar de sentirse pleno, sobreviene un gran vacío. A más tardar en la vejez se reconoce que el "sentirse en casa" era una ilusión, un engaño que deja con frecuencia un amargo sabor. Aunque el envejecer o estar solo no es ninguna fatalidad.
¿Somos sinceros con nosotros mismos si decimos "yo he logrado sentirme plenamente acogido"? En este mundo nunca llegaremos a tener un sentimiento tal. ¿Por qué no? Porque no somos de este mundo. Jesús nos advirtió diciéndonos: "El Reino de Dios está dentro de vosotros". Pero lo cierto es que muchas personas sienten añoranza, una especie de descontento que se va introduciendo poco a poco, es la búsqueda y la aspiración de algo que no podemos explicar, porque a lo que buscamos lo denominamos: hombre, mujer, riqueza, dinero, salud, bienes, lujo o muchas cosas más, pero en realidad esa búsqueda tiene un motivo mucho más profundo, pues buscamos el origen primario de nuestro corazón, nuestro hogar eterno, dicho de otra manera, buscamos la otra mitad de nuestra alma.
Aquel alma cuyo núcleo de ser late en el ritmo del infinito, pertenece en toda la eternidad a la gran familia espiritual, donde está la otra mitad, la eterna unión amante en Dios, la unión dual, donde están el amor eterno, la felicidad, el acogimiento y el hogar que son de eterna duración, donde están la seguridad y la libertad absolutas, la vida.
Basado en el libro: "¿Estás sólo en la pareja?"
Vida Universal
Ana Saez Ramirez
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