domingo, 24 de junio de 2012

Artículos de opinión


 

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¿Pasarán de largo nuestras fechorias, vicios y excesos?

 

 

 

Si observamos nuestro mundo comprobaremos cual es la verdadera condición humana. Veremos que predominan la mentira, el robo y el engaño, que hay festividades que degeneran hasta convertirse en bacanales y comilonas; adicciones que desembocan en excesos como alcoholismo, juego, drogas, nicotina, bulimia, adicción a Internet, deseos de discutir, adicción al sexo, pasión por la caza, sed de venganza, explotación de seres humanos acompañada de afán de poder, avidez de dinero y codicia. Las adicciones y la codicia aumentan y degeneran en brutalidad y violencia. Se abusa o viola sin escrúpulos tanto a adultos como a niños y se apoyan guerras en la que de forma horrible morirán personas, pero como «los molinos de Dios muelen lentamente», más de uno piensa que las fechorías pasarán de largo sin consecuencias o se echará la culpa a otros, lo que resulta más fácil.

 

Pero ante un tribunal de justicia no siempre la culpabilidad es un hecho claro al 100%, lo que significa que no siempre se puede probar con exactitud la culpabilidad de alguien a pesar de que lo sea. Una parte se considerará inocente y la otra culpable, imponiéndosele su respectiva multa o condena; cada parte interpreta de forma muy subjetiva los hechos y en ocasiones el supuesto culpable jura vengarse. Lo cierto es que en muchas ocasiones aunque una parte sea absuelta, es posible que haya tenido su parte de culpa.

 

Sin embargo La Justicia, con mayusculas, es decir la justicia que está por encima de este mundo, es la reconciliación. No en vano Jesús de Nazaret nos instruyó de la siguiente forma: «Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vayas con él de camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».

 

La ley de Causa y efecto asigna a cada cual particularmente su parte de culpa de forma precisa y justa, pues la balanza de la justicia de Dios lo pesa todo con exactitud. Así un delito no aclarado puede fácilmente convertir a un alma en un alma atada a la Tierra hasta que purifique lo que tiene pendiente con su prójimo. Pues todos los contenidos de nuestro sentir, pensar, hablar y obrar, es decir la totalidad de los contenidos de nuestro comportamiento se introducen en la estructura celular de nuestro cuerpo físico y en la estructura de partículas de nuestra alma, con ello todo queda registrado por lo que de todo tendremos que dar cuentas. También lo bueno que emitimos recae sobre nosotros nuevamente, se trata al fin y al cabo de la ley de acción y reacción.

 

 

Radio Santec

Mª Jose Navarro

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La naturaleza incalculablemente estafada

 

San Jerónimo tenía a su disposición todas las escrituras sobre Jesús, así que por encargo del Papa Dámaso recopiló la llamada Vulgata, la primera Biblia, los cuatro evangelios. El sabía muy bien que Jesús no había comido carne y que enseñó el amor también a los animales y a no matarlos. En una carta a Juveniano, Jerónimo hizo una acotación muy especial sobre este tema: «El placer por la carne era desconocido hasta el diluvio; pero desde el diluvio se nos han embutido las fibras y los jugos pestilentes de la carne animal. Jesucristo, que apareció cuando se cumplió el tiempo, volvió a unir el final con el principio, de manera que ya no nos está permitido comer carne». (Adversus Jovinianum)

De este texto se desprende que Jesús sin duda recomendó no comer carne, lo que algunos evangelios que están fuera de la Biblia lo testimonian. A pesar de ello Jerónimo suprimió este importante aspecto de la enseñanza de Jesús al recopilar la Vulgata, incluyendo al mismo tiempo antecedentes ya falsificados.

Cada día millones de animales tienen que pagar con su vida esta falsificación de la enseñanza de Jesús. Miles de millones de animales han sido desde entonces maltratados, enfermados y  asesinados. Especialmente los pueblos cristianos se han transformado en devoradores de carne. Las consecuencias de esta estafa para la naturaleza, los animales y también para los seres humanos son incalculables.

El que Jesús y los apóstoles eran vegetarianos lo confirman muchos escritos apócrifos. La literatura correspondiente es ofrecida por Editorial La Palabra, por ejemplo: «El amor de Jesús por los animales que nos fue ocultado» o «La Biblia fue falsificada". Interesantes publicaciones que nos desvelan por ejemplo que Santiago, el hermano de Jesús, el primer dirigente de la comunidad originaria de Jerusalén, era vegetariano. Esto está comprobado históricamente. Y así también hay párrafos del intercambio de cartas de los primeros cristianos que dan testimonio de que ellos tampoco comían carne. Se puede asegurar que la mayor parte de los miembros de las comunidades originarias no disfrutaban de la carne.

Pero también los padres de la Iglesia dan testimonio de que en el cristianismo originario no se consumía carne. Por ejemplo, Juan Crisóstomo: «Entre ellos no corren ríos de sangre, no descuartizan ni despedazan carne. Donde ellos no se hallan los terribles olores de comidas de carne, no se escuchan alaridos ni ruidos desoladores. Sólo prueban el pan, fruto de su trabajo, y agua pura. Si desean una comida más abundante, sus exquisiteces son frutas, así se sienten tan satisfechos como ante una mesa de reyes».

De la Publicación: "La Silla de san Pedro"

Vida Universal

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