¿Hasta cuando existirá vida en los oceanos?
Los mares de nuestro planeta están llenos de vida, de preciosos jardines de coral donde peces de colores se mueven alegres. Ellos viven en la unidad de su cardumen, se mueven llenos de armonía y consonancia, como si fuesen un solo ser. Innumerables arrecifes coralinos se han ido formando en el curso de milenios, viviendo en una simbiosis perfecta con su entorno. Las corrientes marinas proporcionan alimento a los corales y éstos dan protección y vida para un sinfín de peces. Se trata de un mundo submarino maravilloso que nos fascina y encanta, pero de extremada sensibilidad y fragilidad.
Sin embargo el animal salvaje que es el hombre arrebata a las criaturas del mar, con crueldad y sin escrúpulos, sus espacios de vida. Los océanos son barridos con redes de arrastre gigantescas y sus habitantes son condenados a una muerte horrorosa. La pesca es tradición, y con grandes redes y sofisticada tecnología se persigue hasta a los últimos cardúmenes. Se les rodea para sacarlos brutalmente del agua. Sus cuerpos se van aplastando lentamente por el peso. Desesperados luchan en vano por sobrevivir. La "cosecha" es volcada despiadadamente sobre la dura cubierta del barco donde los desorbitados ojos de miles de peces delatan su miedo y su horror. Millones de peces son matados así 24 horas al día.
Así trata el hombre a los habitantes del mar, a las criaturas de Dios. Ni siquiera se detiene antes los grandes e inteligentísimos mamíferos marinos como las ballenas, a los que con toda perfidia se les dispara con gruesos arpones de 3 puntas nada más salir a la superficie para respirar. Empieza entonces una lucha terrible por sobrevivir, arrastrándolas a bordo después de horas de lucha, allí sus cuerpos se fijan con largas estacas y con cortantes instrumentos se les desgarra piel y músculos. Luego con maestría se las despedaza a cuchillo.
La variada vida mariana ha de sufrir no pocas torturas a manos del insensible hombre. Por ejemplo cuando el mar se convierte en un vertedero de la civilización, provocando un envenenamiento lento de sustancias tóxicas: pesticidas, medicamentos, plásticos, herbicidas, aguas residuales y un largo etc. O cuando los accidentes de los grandes petroleros y la radioactividad de las centrales nucleares contaminan los océanos y sus habitantes.
Los océanos existen en nuestro planeta desde hace millones de años, pero el ser humano ha necesitado tan solo unos pocos decenios para sacarlos de su equilibrio. Los signos de la destrucción están ya desde hace un tiempo presentes por todas partes. ¿Hasta cuándo soportará todo esto la naturaleza?
Radio Santec
Ana Sáez Ramirez
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Ser vegetariano no es una moda
Cuando en el año 324 el Emperador Constantino absorbió el cristianismo y lo convirtió en religión estatal por motivos políticos, se produjo una poderosa alianza entre estado y religión, que lucho con saña contra los verdaderos seguidores de Jesús. Dichos seguidores, como hoy día se sabe, eran vegetarianos lo que en aquella época los convertía directamente en herejes con un futuro poco halagüeño. Constantino jugó un papel crucial en el alejamiento entre la recién fundada iglesia y las verdaderas enseñanzas del amor que trajo Jesús, una triste separación de los principios de igualdad, libertad, unidad, hermandad y justicia que trajo el Nazareno como base del cristianismo.
Fueron verdaderas campañas de destrucción las que acontecieron. Las peores carnicerías contra personas pacificas cuya única "falta" consistía en su esfuerzo en cumplir en sus vidas diarias aquello que enseñó Jesús, por ejemplo no matar animales ni comer su carne. Los cristianos originarios de los primeros siglos fueron perseguidos y exterminados por no doblegarse a la voluntad pagana de los sacerdotes, quienes ahora se hacían llamar cristianos. Ellos sin embargo se habían decidido por obedecer la palabra profética de Cristo, la Palabra interna que fluía entre algunos de ellos en las primeras comunidades cristianas. A los seguidores de Jesús de Nazaret que querían permanecer fieles a sus ideales pacíficos, se les obligó bajo amenazas y tortura a guerrear a favor del emperador. Se cuenta que a los que no quería comer carne les vertían plomo fundido en la garganta.
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