jueves, 19 de diciembre de 2013

Artículos especiales de Navidad


 

Un pesebre albergó la luz de Los Cielos

La Navidad se ha convertido en un barullo, en un espectáculo de la gula y de la vanidad, del que sólo puede escapar aquel que se ocupa de seguir a Cristo y desarrolla los valores internos. Sólo cuando nos hagamos conscientes de que Cristo está vivo en nuestros corazones y que nosotros transformamos los contenidos de nuestra vida por medio de la aplicación activa de los Mandamientos de Dios y el Sermón de la Montañade Jesús, cambiarán también nuestras imágenes de Navidad, que son lo mismo que nuestro mundo de programas. Entonces también nos acordaremos del Hijo de Dios, cuyo nacimiento como hombre es el motivo de la fiesta de Navidad.

Cuando escucho hablar del nacimiento de Jesús, dice Gabriele la autora de éstas líneas, mi corazón se alegra en el alma, pues especialmente en el tiempo de la Navidad me doy nuevamente cuenta de lo que supone que el Hijo de Dios dejara tras de sí el Cielo, la gloria, la existencia divina, la paz y a fin de cuentas al Padre eterno y también Su trono, que está a la derecha del Padre, para encarnar en un cuerpo humano, en un bebé.

El aceptó al igual que todos los niños de esta Tierra, el áspero y frío mundo terrenal, para vivir en él. Los ricos de este mundo tienen habitaciones calientes provistas de cosas valiosas. Sus vidas transcurren en una sociedad de bienestar, en la que el uno no piensa ni habla precisamente bien del otro, pero donde la riqueza una y otra vez tapa las muchas desavenencias interpersonales, según la máxima: "si tú no me haces nada, yo tampoco te hago nada a ti". En esta conciencia viven muchos ricos en la medida en que externamente pueden permitirse todo lo imaginable, "estar bien situado".

¿Pero cómo le fue al portador de la verdadera riqueza, al bien acomodado de los Cielos, al Hijo del Altísimo, que vino del reino interno, en el cual todos los seres son ricos, porque son herederos del infinito, es decir realmente bien acomodados? Jesús vino a una familia de carpinteros, a María y José. El no vino a una familia terrenal acomodada, si no a hombres que por medio de una vida consciente de Dios agradaban al Eterno, que por medio de Su ángel les anunció la Buena Nueva. María y José eran personas que sentían a Dios, que llevaban en sus almas la misión que cumplieron, que era la de acoger entre ellos como hombre al Hijo del Altísimo. El vino en medio de ellos, rodeado de pastores, ovejas y otros animales que estaban en el lugar del nacimiento, en un pesebre que albergó la luz de los Cielos.

A pesar de que yo en mi vida terrenal he tenido que pasar por más de alguna privación, estoy agradecida y contenta de no ser rica externamente. Posesiones, poder y el prestigio de un millonario me acongojarían ante la faz de Dios, quien permitió que Su Hijo naciera en la vulgaridad de este mundo, que confió a hombres que sólo poseían una pequeña casita y no tenían otra cosa para comer que lo que José ganaba con el trabajo de sus manos.

De la publicación gratuita: "El Profeta. La voz de la Verdad"

Vida Universal

www.editorialvidauniversal.com

¿Es usted capaz de comprender lo que aconteció en Belén?

Es habitual y casi inevitable trasladar la Navidad a un tiempo pasado al tratarse de un acontecimiento que sucedió hace 2000 años, pero la Navidad tiene lugar a cada instante y en la actualidad más que nunca. Actualmente el abismo entre ricos y pobres es cada vez más grande, los ricos acumulan y muchos están sentados sobre sus lingotes de oro. De forma parecida sucedió en aquel tiempo, pero para nosotros hoy es posible tener más corazón por nuestros semejantes y evitar así que ante el sentimentalismo navideño, perdamos la visión clara y acertada de las cosas.

Es posible que no muchas personas defiendan que la Navidad, tal como se nos presenta en la actualidad, es lo que hubiera deseado realmente Jesús de Nazaret, al fin y al cabo es el nombre de Jesús el que se utiliza como reclamo. Sinceramente, hace mucho que dejó de celebrarse la Navidad segun el sentido interno de un acontecimiento grandioso, sí es que alguna vez fue así. Pero qué diría hoy Jesús de Nazaret de tantas luces y trajines navideños, de tanta tradición y tanto paganismo. ¿Cómo se comportaría El y qué nos aconsejaría? ¿Se ha parado usted alguna vez a pensarlo?

A pesar de la ridiculización de la fiesta navideña tan mundana, la fuerza de irradiación de Cristo brilla en cada corazón de buena voluntad. Su luz sagrada alcanza a muchas personas en todo el mundo, y por eso muchos comprenden cada vez más en su corazón y se alejan del barullo de los villancicos, compras y comilonas para poder decir: "Nosotros podemos rezar y comprender lo que aconteció en Belén y saber que María y José fueron y son un símbolo para la humanidad, tambien en la actualidad".

Si estamos dispuestos a pensar una y otra vez en Belén, nuestros días se volverán más soleados y nuestro corazón se conmoverá. Esto no significa que nos volvamos sentimentales, si no que nos volvamos más reflexivos, así nuestra visión será más clara, lo que da valor para no aceptar sin más todo lo que nos presentan las instituciones llamadas iglesias. Y no olvidemos reflexionar sobre nuestra vida; como si celebrásemos Navidad los doce mese del año, recordando una y otra vez que el Niño del pesebre se convirtió en adulto, que Cristo resucitó y que nuestro Redentor nos trajo una enseñanza. Jesús, el Cristo, llama una y otra vez a la puerta de nuestro corazón y nos dice según el sentido: "Yo, Jesús, el Resucitado, traje a los hombres la enseñanza de los Cielos. Fui crucificado y resucité y regalé a todas las almas y hombres el destello de la libertad, de la resurrección, una luz en el camino hacia el hogar del Padre. Mi vida como Jesús fue y es el amor del Padre eterno por Sus hijos, pues Yo Soy el camino, la verdad y la vida".

Cristo llama por tanto una y otra vez a la puerta del corazón, a la puerta de nuestro corazón. No importa dónde nos encontremos, en una habitación acogedora, tal vez junto a una chimenea que nos da calor, tal vez estemos de vacaciones, Él llama una y otra vez al corazón de cada uno. Y nos pregunta: ¿Me dejas entrar? ¿Me ofreces albergue en tu corazón, practicando lo que te enseñé siendo Jesús de Nazaret, es decir, las legitimidades del amor, del Cielo y la luz redentora, para que conmigo vayas al Padre? Yo Estoy muy cerca de ti. ¿Quieres abrirme tu corazón? Así busca albergue el Hijo de Dios; El busca albergue en nosotros.

Radio Santec

www.radio-sante.com

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