domingo, 12 de enero de 2014

Artículos de opinión

 

 

Un pequeño gesto que podría cambiar el mundo

 

 

 

No sólo ante los graves problemas de inmigración que sufren los países del primer mundo, si no también ante la dramática situación que viven millones de seres humanos en un mismo planeta, donde por un lado se derrocha y por otro las carencias se apoderan de millones de personas necesitadas, se hace necesario plantearse sin más dilación dos preguntas, la primera: ¿Qué se puede hacer de verdad para terminar con el hambre en el mundo?, y la segunda: ¿Cómo está el apoyo económico a los países en desarrollo?

 

Habría que decir que el hambre no es el resultado de que la Tierra no produzca alimentos para todos, pues este planeta produce alimentos para el doble de la población actual. El problema radica en factores ajenos a la generosidad de la Tierra. Que duda cabe de que existe un aspecto concreto e importante que haría reducir el hambre mundial: el prescindir del desorbitado consumo de carne.

 

Con respecto a la otra pregunta habría que decir que Naciones Unidas se propuso llegar al año 2015 habiendo reducido a la mitad el número de pobres y de personas que pasan hambre. Pero ya se ha comprobado que esta meta no se va a lograr, puesto que quienes deberían haber ayudado, es decir los países ricos, han eludido su responsabilidad aportando muy pocos medios para conseguir lo pactado. En lugar de ello se invierten miles de millones en salvar bancos y sistemas económicos globales, también en seguir fomentando el mercado armamentístico. Quizás no se trate en primera instancia de buscar culpables, pues son muchos los que participan de ello. Sin embargo es bien sabido que algunos políticos del primer mundo actúan sin escrúpulos en los mercados de los países subdesarrollados. Cuando se sabe que para terminar con todo el hambre en el mundo durante un año, tan sólo se necesitarían aproximadamente 21.000 millones de Euros.

 

A pesar de esto, se hace necesario recordar que si las personas en los países ricos e industrializados comiesen un 3% menos de carne, se podría alimentar a 1.000 millones de personas. Este dato ha sido dado a conocer por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación). Por lo que no se trataría únicamente de señalar como culpables a los poderosos de este mundo, si no que cada uno de nosotros podría combatir el hambre del mundo con su hacer diario. Es posible que exista quien aún desconozca que relación guarda la carne con el hambre en el mundo, aunque ya millones de personas son conscientes de que se necesitan grandes cantidades de cereal y agua potable para obtener algunos pocos kilos de carne, igualmente se talarían menos bosques para obtener campos de forraje y soja para el ganado. Dejar de comer carne no sólo beneficiaría el medio ambiente, también beneficiaría nuestra salud notablemente. Un pequeño gesto que podría cambiar el mundo.

 

Radio Santec

Mª José Navarro

24764815W

www.radio-santec.com

 

El cristianismo originario, un modelo de vida actual

 

El cristianismo originario nació en el círculo que Jesús de Nazaret reunió en torno a sí. Se formaron comunidades originarias que no tenían sacerdotes ni jerarquías. No había nadie que determinara lo que había que hacer, solo existía una libre agrupación de comunidades. Los miembros de las comunidades primarias tenían todo en común, incluso en el Nuevo Testamento hay un párrafo que lo confirma: «La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y un solo alma. Nadie consideraba sus bienes como propio, sino que todo lo tenían  en común».  Es sólo una frase, pero de ella se puede deducir cómo vivían los cristianos originarios. Ellos tenían los mismos derechos, también las mujeres, y cada uno vivía del trabajo de sus manos. Eran comunidades de vida y de trabajo que elaboraban lo que necesitaban para vivir.

Los cristianos originarios de aquel entonces eran seguidores de Jesús, porque incorporaban las enseñanzas de este gran Espíritu a su forma de pensar y vivir. Todavía no eran perfectos, pero se esforzaban en poner en práctica las legitimidades que Jesús había enseñado. Tampoco tenían una cena ritual, comían juntos y recordaban al hacerlo a Jesús. En la comida se hacían presente que el Espíritu de Dios está en los alimentos y tenían respeto por la vida que está en todo. Tampoco llevaban a cabo un bautizo ritual  sino que simplemente acogían a otras personas en su círculo. Todo era muy sencillo, más simple y genial que lo que hizo de ello después la Iglesia.

 

Vida Universal                                                                                                 www.editorialvidauniversal.com


No hay comentarios:

Publicar un comentario