La energía nuclear de nuevo a examen
En 1986 explotó uno de los reactores de la central nuclear de Chernobil, un gigantesco accidente en el que escaparon a la atmósfera varias toneladas de material radioactivo, compuesto en parte por radioactividad muy concentrada. Dichas emisiones se extendieron hasta amplias regiones europeas, no sabiéndose con certeza cuántas personas han muerto a causa de la radioactividad escapada, pero se calcula que ya sólo en las regiones más próximas, es decir Bielorrusia, Rusia y Ucrania, entre 1990 y 2004 murieron más de 200.000 personas. Siendo muchísimas las que continúan enfermas, entre ellas muchas de cáncer.
En todo el mundo los reactores atómicos producen anualmente 8300 toneladas de material radioactivo, del que una parte es material altamente radioactivo, y el resto material de baja radioactividad. Hasta la actualidad se han producido 290.000 toneladas de residuos radioactivos de alta radioactividad y un número mucho más elevado de residuos de radioactividad inferior. Una cifra enorme cuyo potencial dañino no nos podemos ni imaginar.
La vida media (T½) es la cantidad de tiempo necesaria para la disminución, a la mitad, del material radioactivo, es decir, que la radioactividad total después de esta vida media se reduce a la mitad. Por ejemplo en la actualidad existen unas 1000 toneladas de plutonio, una de las sustancias más venenosas que existen. El plutonio tiene una vida medida de 24.000 años, un período de tiempo enorme. Por lo tanto las 1000 toneladas de plutonio se descompondrían tras ese período de tiempo, aunque después de 100.000 años contendrían aún 6 Kg. Parece una cantidad irrisoria, sin embargo con 6 kilos de plutonio se podrían construir 1200 bombas o provocar cáncer de pulmón en 6.000 millones de personas. Se trata por tanto de un material altamente venenoso que el ser humano apenas puede dominar.
Por lo tanto en base a estos pocos datos aportados, ¿cómo se puede decir que la energía nuclear es la energía más limpia? Argumento al que echan mano actualmente los políticos para continuar con dicha actividad, a pesar de los riesgos que entraña. Naturalmente que hay que reconocer que las plantas nucleares como tal, producen un tipo de energía limpia, pero sólo mientras las sustancias radioactivas contenidas en el reactor nuclear se mantienen dentro del mismo, y siempre que la basura que genera no tuviera que ser depositada en ningún tipo de cementerio que no garantice, a la larga, la completa seguridad de que no escapará al medioambiente.
Ana Sáez Ramirez (45.271.959 R)
Del programa: «Siembra y cosecha»
El reloj de la humanidad está a punto de dar las doce
Una mirada real del mundo con sus sobredimensionadas catástrofes, nos demuestra que el hombre, convertido en rey de la cadena alimenticia, efectivamente lo ha hecho todo mal respecto al trato con la naturaleza y los animales. La factura de la naturaleza ya nos ha sido presentada y pronto vendrá el recibo. Pero allí donde la naturaleza exige pagos por las deudas acumuladas, se escucha siempre el clamor de por qué permite Dios algo así. Pero Dios no deja que sus hijos se aboquen sin más a las dificultades creadas por ellos mismos. Los seres humanos nos hemos apartado cada vez más del fondo primario de toda Existencia que está en cada uno, también de Dios quien quiere conducirnos. Y aunque Dios no pueda alcanzarnos porque hemos acallado nuestra conciencia, tampoco permite que Sus hijos humanos sucumban sin avisos ni advertencias ante el efecto de la ley de Siembra y cosecha.
Dios, el Eterno, nuestro Padre celestial, nos advirtió en todos los tiempo a través de hombres y mujeres iluminados y a través de Sus portadores de la palabra, los verdaderos profetas de Dios. Él llamó y llama a la humanidad, que está enredada en sus culpas, para que cambie su modo de conducirse. Así lo hace también en la actualidad, pues hace casi 40 años Dios llama a cada persona en este tiempo a través de Su instrumento, la profeta y enviada de Dios, Gabriele de Würzburg. Él advierte una y otra vez de las consecuencias de todas las obras que están contra Su ley de la vida. Ya en el año 1977 Cristo manifestó a través de la Palabra profética: «Son las doce menos cinco».
José Vicente Cobo (45277997j)
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