domingo, 27 de mayo de 2018

Artículos de opinión


 

 

Las víctimas de Colón y de la Iglesia

 

 

En el libro titulado "Las Victimas de Colón", del escritor Hartwig Weber, se puede leer lo siguiente: «La intimidación y el terror se convirtieron en la base de los primeros encuentros entre españoles e indígenas. Más tarde hubo matanzas, realmente grandes baños de sangre, motivo por el cual cuando los indios escuchaban  la palabra "cristianos" temblaban de miedo como si se encontraran ante auténticos demonios. Literalmente se podría decir que los caminos recorridos durante la conquista estuvieron franqueados por cadáveres de indios ahorcados y empalados, y esto  con el objeto de difundir el espanto y el pánico".

 

Estimado lector, ¿se puede usted imaginar una mayor blasfemia que la de abusar del nombre de Jesús, el Príncipe de la paz, para aterrorizar a otras personas con tormentos y violencia? ¿Puede haber un mayor abuso que cometer atrocidades en nombre de Dios, quien precisamente dio a los seres humanos el Mandamiento "No matarás"? Dios no conoce castigo alguno, tampoco ningún infierno, Él ama infinitamente a todos Sus hijos humanos, sin embargo los nativos americanos durante la conquista, encontraron realmente el infierno en la Tierra, y esto a manos de los llamados "cristianos".

 

Nadie reflexiona sobre las verdaderas consecuencias de estos acontecimientos, tampoco las autoridades eclesiásticas, pero cuando las almas de estos seres humanos pasaran a los mundos del Más allá tras su muerte, ¿qué pensarían sobre el Dios de aquellos que los mataron, y sobre Cristo Su hijo?, ¿Podrían confiarse a ellos para ser conducidos al hogar eterno?

 

Sólo nos es posible intuir lo difícil que pudo ser todo esto para las muchas almas asesinadas y torturadas de una forma tan cruel; igualmente solo podemos intuir lo difícil que les será el perdonar a los autores. ¿Y cómo podrán liberarse de la idea de que Dios, el Eterno, o Cristo, Su Hijo, no han sido los causantes de su sufrimiento? Al fin y al cabo los asesinos en su delirio homicida tomaban una y otra vez el nombre del Altísimo en sus labios. Pero Dios, nuestro Padre celestial, ama infinitamente a todos Sus hijos e hijas. Y Su deseo más profundo es tenerlos a todos consigo. Por eso Él, Dios se ha dirigido siempre a la humanidad a través de la palabra profética, también en nuestra época actual habla a los hombres a través de Gabriele, la profeta y enviada de Dios para nuestro tiempo. 

 

Ya en el año 1981 el Querubín de la Sabiduría divina, un príncipe celestial ante el trono de Dios, habló con palabras claras sobre el abuso que las autoridades eclesiásticas y sus siervos han cometido durante siglos en todo el mundo en nombre de Jesús, el Cristo.  A continuación podrán leer unos párrafos de esta manifestación divina: "Después de Su resurrección el Señor anunció que transmitiría verdades más profundas a los Suyos. Él enseñó a través de hombres y mujeres profetas en el cristianismo originario, y después en la Edad Media. Él quería primero enseñar a los Suyos y después bautizarlos con el Espíritu de la Verdad y del conocimiento, para después enviarlos a enseñar el Evangelio. El Señor quiso únicamente enviar a hijos iluminados a esta misión, no que fueran quienes no lo eran.

 

Los cristianos salieron ciertamente para convertir a otros en cristianos. No obstante su convicción no era el amor altruista sino la espada del odio, la codicia por el poder y el prestigio. De este modo torturaron y mataron cruelmente a los hijos del Señor creyendo que así podrían conseguir que despertara el cristianismo. Sin embargo esta matanza hecha en el nombre de Cristo aún no está expiada, y por ello todavía es presente.

 

Hasta el tiempo actual la institución Iglesia no ha devuelto nada de lo robado a los pueblos a quienes robó sus tesoros, tampoco ha reparado los horrores cometidos. El odio de las personas a las que se mató antaño todavía está adherido a sus almas, y estas almas que se encuentran en los ámbitos de purificación, aspiran a vengarse. Su apremio de venganza se dirige principalmente contra Cristo y contra todos aquellos que se denominan cristianos y que fueron cómplices de la matanza, pues en Su  Nombre llevaron a cabo lo más vil».

 

 

 

José Vicente Cobo (45277997j)

Del programa: "El exterminio de los indios de Latinoamérica"

www.radio-santec.com

 

Cuida de tu cuerpo, cuida de tu alma

El cuerpo humano es un cuerpo natural, cuyas sustancias son de la naturaleza. Por esta razón, el ser humano debería vivir con la naturaleza y reconocer en todas sus formas la fuerza propulsora, la vida, el Espíritu. De este modo sentirá que El Espíritu de Dios está más cerca de él que sus brazos y piernas. Si el ser humano se reconoce como una parte de la naturaleza se reconocerá también a sí mismo y comprenderá el efecto del Espíritu en la materia, y sabrá que en su cuerpo existe un cuerpo espiritual que vive en él, siendo sólo el vehículo de éste ser espiritual interno.

El alma está encarnada para expiar sus sombras, que son las cargas de encarnaciones anteriores. Por eso para el ser humano debería ser un mandamiento el mantener su cuerpo sano en base a alimentos sanos provenientes de la naturaleza, por medio de pensamientos desinteresados y de una vida ordenada.

Únete con cada órgano dándole las sustancias alimenticias necesarias contenidas en la naturaleza, en el campo. Vivifica el alma y el cuerpo con pensamientos positivos y alcanza la unidad con el Espíritu. Los órganos absorben gustosamente las sustancias de la naturaleza si llevas una vida positiva y armoniosa. Quien quiera alcanzar la armonía con las fuerzas del Espíritu, tiene que transformarse en el vencedor de su naturaleza animal y romper las cadenas del odio, de la envidia y de la ambición, que impiden a las fuerzas divinas servir y ayudar al hombre".

 

Teresa Antequera Cerverón (73891412-W)

                De la publicación: "Origen y formación de las enfermedades"

                                                                                                                                                                                                                                        www.editorialgabriele.com


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