Les enviamos este artículo corto, de la semana nº 40 de 2011, para que lo publiquen cuando puedan. Les agradecemos su inestimable colaboración prestando sus páginas a estos artículos.
Muchas Gracias. Reciban un saludo,
Mª José Navarro
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Ignorar nuestra muerte. Un error
Que cada persona antes o después se vera confrontado con la muerte, es una certeza inevitable, a pesar de que durante la vida preferimos ignorarla. La muerte es el paso a otra dimensión y conocer lo que sucede durante la misma nos aporta otra perspectiva para nuestra vida. Pues durante la muerte, el alma comienza a desprenderse del cuerpo físico imperceptiblemente. En la hora de la muerte, el alma se separa cuando el hálito de la persona se detiene, alejándose así de la Tierra.
El alma solamente abandona el mundo material, la Tierra, para desplazarse a los planos de purificación o elevarse a ámbitos más luminosos, en tanto que los haya desarrollado en sí misma. Por otro lado, se quedará en el mundo material si está atada todavía a la vida terrenal, si quedan cosas por perdonar o persiste el ansia de bienestar y placer que la atan a la materia.
Nuestra alma se llevará aquello que no hemos purificado. Así cada hombre determina si el Más allá se le presenta como cielo o infierno, pues ambos son estados de conciencia. No existe ningún lugar en el Universo donde Dios envíe a Sus hijos a arder eternamente. El alma orientada hacia Dios percibirá el maravilloso lenguaje de luz de los seres puros como reconfortante y fortaleciente, que le conducen al gran Ser. El alma oscura percibe en imágenes y en su cuerpo, su comportamiento erróneo. Sus efectos son dolor y sufrimiento, parecido a lo que experimentaron sus semejantes cuando fueron tratados así.
Vida Universal
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