Les enviamos este artículo largo, de la semana nº 40 de 2011, para que lo publiquen cuando puedan. Les agradecemos su inestimable colaboración prestando sus páginas a estos artículos.
Muchas Gracias. Reciban un saludo,
Mª José Navarro
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Cuando la visión de la vida es demasiado estrecha
Muchas personas decepcionadas con la iglesia y con un dios castigador que nunca da respuestas absolutas ni aclaraciones sobre las muchas dudas de hoy en día, dicen a menudo: «El cuento de Dios lo creí por un tiempo, pero ya no más. Dios no existe».
Aunque si usted es una persona con una buena capacidad analítica, podrá cuestionarse a sí mismo si por ejemplo asiente a todo sin pensar, o se cree sencillamente lo que otras personas dicen sobre Dios. Pregúntese: ¿pertenece usted al rebaño que necesita una iglesia de piedra, una tradición y una confesión y de este modo a sacerdotes dogmáticos, o es usted una persona de espíritu libre que ha aprendido a medir y sopesar, y que no cree a cualquiera que le quiera hacer cree algo, aunque sea la promesa de que Dios está aquí o allí, o incluso la justificación que el caos de este mundo es un «misterio» de Dios?
Ninguna persona le puede prometer a otra que encontrará a Dios por medio de las indicaciones y recomendaciones que ella le dé. A Dios no se le puede encontrar aquí o allá, Dios es la Vida en nosotros, en cada uno de nosotros. Por lo que encontrar a Dios significa por tanto encontrarse primero a sí mismo, en la consciencia de lo que Jesús de Nazaret instruyó a los hombres: «Yo, Cristo, Soy el Camino, la Verdad y la Vida; nadie llega al Padre si no a través de Mí.
En el Libro «Ésta es Mi Palabra», leemos que las gentes de su tiempo confrontaron a Jesús de Nazaret con preguntas relativas a Dios: "Se acercaron a Jesús algunos que estaban llenos de dudas y dijeron: «Tú nos has dicho que nuestra vida y existencia provienen de Dios, pero nunca hemos visto a Dios, ni tampoco conocemos a ningún Dios. ¿Nos puedes mostrar a Aquel que Tú llamas Padre y único Dios?, pues no sabemos si hay un Dios». Y Jesús les respondió diciendo: «Escuchad esta parábola de los peces. Los peces de un río conversaban y decían: Se nos cuenta que nuestra vida y existencia proviene del agua, pero no hemos visto nunca agua, no sabemos lo que es. Entonces algunos de ellos, que eran más listos que los demás, dijeron: Hemos oído que en el mar vive un pez inteligente y sabio que sabe de todas las cosas, vayamos a verle y pidámosle que nos muestre el agua. Así fue que algunos de ellos se pusieron en camino para buscar al gran y sabio pez, hasta que por fin llegaron al mar donde éste vivía y se lo preguntaron.
Después de haberlos escuchado, éste les dijo: ¡Oh peces necios, que no pensáis! Aunque unos pocos sois listos, ya que buscáis. En el agua vivís y os movéis, y allí tenéis vuestra existencia; del agua venís y al agua volveréis. Vivís en el agua pero no lo sabéis. Del mismo modo vivís en Dios y sin embargo me pedís ¡Muéstranos a Dios! Cuando Dios está en todo y todo está en Dios».
De la Publicación gratuita. "Dios en nosotros"
Vida Universal
Ana Saez Ramirez
45.271.959 R
www.editorialvidauniversal.com
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