domingo, 6 de abril de 2014

Artículos de opinión


 

 

Orígenes, de erudito a perseguido

 

 

El caso de Orígenes fue el primer conflicto entre un cristiano originario y la autoridad jerárquica eclesiástica, es decir la incipiente Iglesia en formación. La lucha por la Verdad era ya en aquel tiempo una lucha por el poder por parte de un sistema dogmático, que con brutal violencia procedía contra los que pensaban de forma diferente. En el siglo III se prohibió incluso la lectura de los textos de Orígenes, y la persona que no quería hacer peligrar su vida, no se podía oponer a esa prohibición. Por tanto ya en el siglo III después de Cristo, fue el poder de esta Iglesia en formación la que, con una brutalidad extrema, quería triunfar sobre la verdadera enseñanza de Jesús. Y para ello se servía de todos los medios a su alcance. Verdaderamente de todos los medios, tal como lo demuestra la cruenta historia de la Iglesia.

 

Sorprendentemente Orígenes pasó en poco tiempo de ser un erudito de fama mundial y  protegido por el obispo de Alejandría Demetrio, a estar perseguido por este mismo obispo cuando su orgullo herido y envidia le hicieron condenarle. ¿Pero por qué no se podían leer las obras de Orígenes cuando se trataban de textos cuya ausencia de falsedad podía demostrar precisamente la propia Iglesia de aquel tiempo? ¿Por qué tenía que ser eliminada tambien la persona que propagaba enseñanzas revolucionarias y verdaderas? Sencillo, si la Iglesia de aquel tiempo no hubiera prohibido la enseñanza de la preexistencia, es decir de la reencarnación, dicha institución nunca hubiera crecido tanto y nunca habría podido atar tan masiva y fuertemente a millones de almas y hombres en todas las épocas.

 

Fue precisamente Justiniano en el siglo VI quien, 300 años despues, condenó las enseñanzas de Orígenes. El mismo emperador dictó los anatemas contra él declarando errónea la enseñanza de la preexistencia del alma y del restablecimiento de todos los seres caídos. De no haber sido así, la condenación eterna que enseña la Iglesia católica quedaría sin argumento alguno.

 

Un anatema siempre se pronuncia para condenar una enseñanza que se supone errónea. ¿Pero qué es una enseñanza errónea? El teólogo Castillion lo definió así: «Como herejes, personas con una enseñanza errónea, calificamos a todos aquellos que no comparten nuestro puntos de vista». La Iglesia católica exige para sí la exclusividad de la verdad. Por ese motivo, todo lo que difiere de su punto de vista es una herejía, una enseñanza errónea. Con la perdida del conocimiento de la Reencarnación se selló el destino de la humanidad que quedó a merced de la Iglesia. El miedo al infierno y el arrogarse un poder “mágico“ para perdonar los pecados otorgaron a la Iglesia un poder inimaginable.

 

 

 

José Vicente Cobo (45277997j)

Basado en el programa: La reencarnación 4

www.radio-santec.com

 

 

Ser libres nos hace responsables por nosotros mismos

 

 

 

Nosotros mismos somos responsables por nuestra vida, lo que significa que si actuamos bien, menos bien o mal emitimos unas energías determinadas. Y de acuerdo con el principio que dice: lo que sentimos, percibimos, pensamos, hablamos y hacemos, nuestras pasiones y añoranzas vuelven de nuevo a nosotros, como el eco que lanzamos a la montaña, recibiremos lo mismo o algo similar. Esto es la ley de la atracción, denominada también la ley de causa y efecto o la ley de siembra y cosecha.

 

Dado que somos portadores de la ley eterna de la libertad y así herederos de la existencia pura, la libertad es un hecho irrevocable. Por ello nosotros como hombres tenemos también la responsabilidad por nuestro comportamiento, también por el comportamiento egoísta que resulta de nuestro mundo de deseos y pasiones, y que a su vez tiene su punto de partida en nuestra manera de sentir, percibir, pensar, hablar y actuar.

 

Al coincidir varias o muchas infracciones similares contra nuestra herencia divina de la libertad, cuyo principio supremo es el amor a Dios y al prójimo, se va construyendo nuestro destino según la ley de siembra y cosecha. No es nuestro prójimo el que manda lo que nos pasa, no es él quien nos traspasa algo que no nos pertenece, sino que todo lo que nos pasa es la consecuencia directa de lo que hemos introducido en nuestra alma y también en los astros de los planos de purificación, donde vivirá el alma después de la muerte.

 

 

Maximiliano Corradi

De la publicación: “El profeta. La Voz del corazón”

www.editorialvidauniversal.com

 



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