domingo, 19 de marzo de 2017

Artículos de opinión



¿Existe alguna fórmula para ser dichoso?

 

La postura erguida en el ser humano es primordial, por eso esfuérzate por caminar erguido, no importa si tu cuerpo es aun joven o si te encuentres en el invierno de tu vida. Acostúmbrate también a la hora de caminar en mantener una postura internamente meditativa. ¡Camina erguido!

 

En general se podría decir lo siguiente: ¡Esfuérzate por mantenerte a ti mismo constantemente bajo control. Intenta no actuar con prisas y que nadie te arrastre a ello! El equilibrio de tu alma y de tu cuerpo te da serenidad en todas las cosas, también el tener una actividad encaminada a un objetivo. Ordena tu vida y el transcurso del día, de modo que puedas realizarlo todo en armonía. Debes saber que con prisas y desarmonía no realizarás la tarea del día con más rapidez, todo lo contrario, pues con prisas y desarmonía el hombre trabaja sin orden ni objetivos. A causa de ello no se llegan a realizar muchas cosas que estaban incluidas en el plan del día. Por eso debes saber que toda intranquilidad que parte de ti interfiere también en la armonía de tu cuerpo, y entorpece el fluir más intenso de las fuerzas curativas en ti.

Si tu cuerpo está debilitado o si realizas tus ocupaciones básicamente sentado no olvides hacer algunos ejercicios físicos ligeros diariamente, quizás por la mañana, al mediodía y por la noche, tu cuerpo te lo agradecerá, especialmente en la vejez. Con ejercicios físicos ligeros y armoniosos queda suelta toda la estructura de tu cuerpo. También tus órganos se relajan, lo que por otra parte produce una respiración más ligera y ágil, y además las fuerzas etéreas pueden hacer su parte. Si lo deseas puedes incrementar el efecto de los ejercicios físicos si los realizas al compás de una música muy armoniosa, ya que esto tiene un doble efecto.

En tanto que seas una persona unida a Dios y te entregues cada mañana a Él, a tu Señor, en la oración, también se alegrarán tus células con los ejercicios físicos conscientes y armónicos, pues realizarlos con una música melodiosa hace que se orienten más a las fuerzas etéreas, abriéndose también a ellas. El hombre debería realizarlo todo conscientemente, es decir ser consciente de la presencia de Dios.

 

Si el hombre se entrega diariamente a Dios, su Padre y también demuestra ser un hijo del Señor en la vida diaria, respetando a su prójimo y reconociéndole como hermano, pronto sentirá el bálsamo de la vida, es decir que las sagradas fuerzas etéreas curativas le traspasarán más, le alimentarán, vivificarán, curarán y servirán. En la vida del hombre debería prevalecer lo siguiente: ¡Señor habla y actúa Tú por mí! Pues realmente el Espíritu desea traspasar la materia y actuar en cada ser humano. ¡Deja que esto suceda para que tú, oh hombre, alcances la dicha estando aún encarnado, es decir como ser humano en la Tierra!

  Teresa Antequera Cerverón (73891412-W)

De la publicación: "Reconócete y cúrate a ti mismo con la fuerza del Espíritu"

www.editorialgabriele.com

Cuando los pensamientos se convierten en peligrosos robots

 

Si tenemos miedo a enfermedades, preocupaciones y sufrimiento degradamos las energías positivas volviéndolas negativas, con ello creamos nuestras formas de pensamientos destructivas, unos peligrosos robots que somos nosotros mismos. Hagámonos por tanto conscientes de que el peligro no viene de fuera, viene de nosotros mismos y nos influencia a nosotros mismos.

 

Sepa que sólo puede recaer sobre nosotros aquello que tenemos en nosotros. Aunque en el mundo acechen aún muchos peligros, si no tenemos algo igual o parecido en nosotros, tampoco atraeremos esos peligros, no pueden hacernos nada, salvo que para ello hayamos creado la fuerza de atracción en nuestra alma.

 

Con nuestros pensamientos negativos podemos hacer surgir en nuestro cuerpo enfermedades o provocar sufrimientos y golpes del destino. Pero  a través de una forma positiva de sentir, pensar, hablar y obrar producimos en nosotros salud, armonía interna, alegría, paz, felicidad y satisfacción. Vemos por tanto que los pensamientos son fuerzas, que retornan a nosotros, el emisor.

 

En este contexto entendemos la ley de siembra y cosecha, que significa que cada causa tiene su efecto, y comprendemos por tanto que únicamente nosotros somos los causantes de nuestras enfermedades, sufrimientos y golpes del destino, no nuestros semejantes o tal vez Dios. Estimado lector sepa que cuando no damos la vuelta a tiempo, el destino sigue su curso. Por eso propóngase una vida basada en una ética y moral más elevada, y sepa que el Sermón de la Montaña de Jesús de Nazaret es la clave para una vida feliz en esta Tierra.

 

Jose  Vicente Cobo (45277997j)

Basado en el programa: "El Sermón de la Montaña"

www.radio-santec.com

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